Muchas veces los profesionales que se desempeñan en el área psicosocial son consultados por otros profesionales, sus familias y en ocasiones hasta por los mismos usuarios de los programas donde trabajan o pacientes, acerca de las formas de resguardar y cuidar su propia salud mental. 

El trabajo constante y permanente en temáticas dolorosas, cargadas de alta intensidad emocional, conflictos y daño, invita a pensar que los profesionales requieren de competencias especiales y particularmente desarrolladas para hacer frente a estos escenarios, poder abordar las situaciones críticas de otras personas de buena manera y al mismo tiempo establecer límites con la salud propia. Ha sido establecido en la literatura que ha descrito este tema, que uno de los riesgos es la paradoja del Autocuidado, la que consiste en “cuidarse para cuidar”. Esto que definitivamente es una aproximación ética, incluye el problema de una nueva postergación del profesional: Se estaría auto – cuidando nuevamente con un fin centrado en los demás.    

El autocuidado puede definirse como el conjunto de estrategias de afrontamiento que pueden implementarse para prevenir déficit y propiciar o fortalecer el bienestar integral en las áreas: físicas, emocionales y psicoespirituales (Murillo, 2001.) Para lograr resolver la paradoja planteada, es necesario que los profesionales del área psicosocial implementen estrategias que favorezcan el cuidado propio que trasciendan la labor profesional, poniendo en esos momentos sus propios requerimientos y necesidades en primer lugar.  

En los temas trabajados por estos profesionales, hay algunas evidencias que es interesante revisar. Por ejemplo, en el abordaje profesional del maltrato infantil, un estudio puso en evidencia la necesidad de los equipos por darle espacio a la salud mental laboral, y desplegar acciones concretas a favor del bienestar de la persona del profesional, resguardando su integridad en el desempeño de la labor (Farkas, 2007). Algunas de las consecuencias mostradas en algunos equipos de trabajo son extensas licencias médicas, clima laboral disarmónico, indicadores de burnout y dinámicas interpersonales violentas (que serían una réplica de las interacciones con las que se trabajan.)

Otro ejemplo donde se trabaja con altos niveles de estrés es cuando se aborda desde una perspectiva profesional la violencia de pareja. Una investigación realizada en equipos de profesionales que atienden este tipo de situaciones, mostró que el autocuidado cumple funciones de desconexión, drenaje, aumento del bienestar e integración de las vivencias del ámbito laboral. Es decir, el Autocuidado es efectivo al cumplir con los objetivos propuestos. Sin embargo, aunque existe un amplio abanico de acciones que contribuyen al autocuidado, éste resulta insuficiente, pues hay algunas barreras que lo impiden. Dentro de estas barreras describen que destaca la invisibilización de las repercusiones que se sufren (Gomá – Rodriguez, et al.2018). 

En este sentido, son los mismos profesionales, y los directivos de los programas donde operan estos equipos los que, si bien implementan estrategias de autocuidado, no visibilizan realmente las consecuencias de trabajar en este tipo de temas, lo que dificulta los procesos de satisfacción laboral, asunción de importancia del autocuidado y el compromiso real de cuidarse como profesionales y como equipo.

En resumen, si bien el profesional, en su proceso de desarrollo, ha incorporado prácticas de autocuidado, como una competencia que se desarrolla, se aprende y se adquiere gracias a la experiencia y formación, y estas pueden verse reflejadas en su bienestar profesional (Lezcano, 2020), aún hay un desafío pendiente que consiste en un convencimiento mayor sobre los alcances de las repercusiones socioemocionales que tiene para los profesionales trabajar de manera sistemática en los temas de atención psicosocial. 

Se sugiere profundizar y favorecer procesos de autoconocimiento en los procesos de formación de profesionales, debido a que ésta una herramienta facilitadora en el desarrollo de la competencia del autocuidado (Lezcano, 2020), permitiendo prestar una atención consciente a las necesidades propias, los límites entre el sí mismo y los usuarios o pacientes y evaluar metacognitivamente la sintomatología emergente en momentos de agobio, estrés y malestar laboral.