Para ayudar que un niño/a desarrolle un vocabulario amplio que le permitirá descifrar y otorgarle un sentido al entorno necesitará calidad en las conversaciones más que cantidad de palabras. En este sentido, ¿Son las madres o padres quienes influyen más en el desarrollo del lenguaje de sus hijos?  

Como padres y madres somos una fuente de experiencias y factores que estampan e intervienen en el desarrollo de nuestros hijos/as. Es así, como por mucho tiempo ha deambulado la tesis de que la exposición temprana al lenguaje de los niños y niñas afecta sus habilidades lingüísticas posteriores, habilidades cognitivas y rendimiento académico, y las grandes diferencias en la exposición e interacción lingüística están asociadas con el nivel socioeconómico familiar (NSE). Sin embargo, ¿hay evidencia sobre esto? 

El controvertido estudio 

Fue en la década de los 90 que se hizo un descubrimiento alarmante sobre la marcada diferencia en el rendimiento del lenguaje de niños y niñas. El estudio liderado por Betty Hart y Todd Risley consistió en visitar familias con diversos ingresos socioeconómicos y pasar una hora cada mes registrándolos durante más de dos años. Esta investigación concluyó que los hijos/as de familias de mayor poder adquisitivo escuchan alrededor de 30 millones de palabras más durante sus primeros tres años en relación con niños/as de ingresos económicos más bajos. Por otro lado, encontraron que esta brecha se entrelaza intensamente con diferencias en los resultados de las pruebas de vocabulario, el desarrollo del lenguaje y la comprensión de lectura de los niños/as cuando estos ya entran en la escuela, además de otros indicadores en la adultez. No obstante, es importante recalcar que este estudio fue y ha sido bastante controvertido en el mundo de la ciencia,  puesto que tenía un tamaño de muestra pequeño, y no está claro si la brecha de palabras es tan grande como los investigadores sugirieron por primera vez .

¿Hoy qué dice la ciencia al respecto? 

Hace tres años atrás, científicos y científicas de Estados Unidos (Sperry, Sperry & Miller, 2018) replicaron este famoso y controvertido estudio, concluyendo que los resultados de su investigación no avalan la tesis que en un comienzo propusieron Risley y Hart. Entonces, ¿cuáles fueron las conclusiones? Esta iniciativa combinó el trabajo de campo etnográfico con observaciones longitudinales en el hogar de 42 niños de 18 a 48 meses que interactuaban con miembros de la familia en contextos de la vida cotidiana y arrojó como resultado variaciones sustanciales en los entornos de vocabulario dentro de cada estrato socioeconómico, proponiendo que la definición de entornos verbales exime a los múltiples cuidadores/as y conversaciones con terceros, se subestima de  forma desproporcionada la cantidad de palabras a las que los niños/as de familias de bajos ingresos económicos están expuestos. 

No obstante, según Meredith L.Rowe, profesora asociada de la Universidad de Harvard, plantea por qué no se debe abandonar la brecha de 30 millones de palabras y la importancia de mantener en enfoque en el ingrediente vital para el aprendizaje del lenguaje: un discurso de calidad, enfatizando que un número desalentador de niños y niñas no tienen este tipo de comunicación que nutra el cerebro. Aunque aclara que existen serios riesgos para las afirmaciones de que los niños/as de bajos ingresos, en promedio, escuchan suficiente lenguaje de alta calidad en comparación con sus compañeros de hogares de ingresos económicos más altos. Sin embargo, ponerle atención solo a este número no le da importancia a un componente crítico en la investigación de Meredith L. Rowe, quien dice que no es tanto la cantidad de palabras, como la calidad de la conversación lo que es más importante para el desarrollo del niño/a.  “Cuando los hijos/as están expuestos a una calidad de la interacción lingüística que es activa y estimulante -como preguntas abiertas, diversidad de palabras y diferentes tonos de voz- tienden a tener mejor desarrollo del vocabulario”, dice Dra. Ps. Daniela Aldoney, Directora de Vinculación de Sociedad Chilena para el Desarrollo Emocional. 

En el estudio señalado anteriormente, la experiencia lingüística se midió a partir de grabaciones de audio en el hogar de 36 niños de 4 a 6 años con diversos niveles socioeconómicos. Durante una tarea de resonancia magnética funcional de escucha de historias, los niños que habían experimentado más turnos conversacionales con los adultos, independiente del SES, el coeficiente intelectual y las expresiones entre adultos y niños/as solos,  mostraron una mayor activación frontal inferior izquierda -área de Broca-, lo que reveló de forma importante la relación entre los niños, exposición al lenguaje y habilidad verbal. Se dice que esta es la primera evidencia que vincula los entornos lingüísticos con el procesamiento del lenguaje neuronal, detallando un mecanismo tanto ambiental como neuronal profundo a las disparidades del nivel socioeconómico familiar en las habilidades lingüísticas de los niños y niñas. Además, los resultados sugieren que la práctica conversacional influye el procesamiento del lenguaje neuronal más allá del SES o la gran cantidad de palabras que se escuchan.

¿Los papás entregan más calidad lingüística que las mamás? 

Otro estudio liderado por Meredith L. Rowe recolectó información descriptiva sobre la conversación de papás y mamás con un ingreso económico bajo con niños y niñas para volver a examinar la hipótesis del puente (Gleason, 1975) debido a los recientes cambios de estructura familiar y responsabilidades domésticas y de crianza. Esta investigación consistió en grabar 33 díadas padre-hijo y madre-hijo mientras jugaban libremente en el hogar. Las mayores conclusiones de este análisis es que la conversación de los padres y las madres con los niños no difirió en cantidad, diversidad de vocabulario o complejidad lingüística medida por la longitud media de la expresión. Sin embargo, los padres generaron más preguntas en blanco y solicitudes de aclaración explícitas, lo que presentó más desafíos y estímulos de conversación para los niños y niñas, ¿por qué se genera esto? “estos estudios nos señalan que los papás tienden a ser más preguntas aclaratorias como; qué, cómo, cuándo y por qué”, dice Dra. Ps. Daniela Aldoney,”en cambio, las mamás tienden a interpretar y leer mucho más rápido a sus hijos/as, por ende, ellos/as no realizan un esfuerzo mayor para darse a entender”.

Nivelar la cancha 

Los que trabajamos vinculados al desarrollo infantil -como padres/madres, cuidadores, profesionales de la salud y educación- tenemos un tremendo desafío en este tipo de estimulación tan importante para la vida. Nuestros esfuerzos no se debiesen concentrar en la cantidad de palabras y en tener el mensaje correcto todo el tiempo, por el contrario, hay que avanzar en enfocar mantener, aunque sean breves interacciones amorosas y de alta calidad con los niños y niñas de nuestro entorno.  Ahora no podemos ser indiferentes frente a la desigualdad de oportunidades en el desarrollo positivo para niños y niñas en sus primeros años de vida. Como hemos dicho anteriormente, esta necesidad relevante requiere de un trabajo intersectorial serio y a largo plazo que sienta un territorio comprometido con el cuidado, estimulación y desarrollo de todos los niños/as.

Referencias:

1. Meredith L. Rowe, David Coker , Barbara Alexander Pan, “Una comparación de la charla de padres y madres con niños pequeños en familias de bajos ingresos”, https://doi.org/10.1111/j.1467-9507.2004.000267.x

2. Douglas E. Sperry,  Linda L. Sperry,  Peggy J. Miller, “Reexaminar los entornos verbales de niños de diferentes orígenes socioeconómicos”, https://srcd.onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/cdev.13072

3. Roberta Michnick Golinkoff,  Erika Hoff,  Meredith L. Rowe,  Catherine S. Tamis ‐ LeMonda,  Kathy Hirsh ‐ Pasek, “El lenguaje importa: negar la existencia de la brecha de 30 millones de palabras tiene serias consecuencias”, https://srcd.onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/cdev.13128