Tras el retorno a clases presenciales se han viralizado en redes sociales y en la prensa varios videos dando cuenta de casos de violencia en colegios. ¿Cómo podemos abordar estos episodios? ¿A qué se debe? Conversamos con Jorge Varela, doctor en psicología y especialista en temas de prevención y convivencia escolar. 

Sin duda, el año escolar que inició en marzo es diferente. Porque debido a la pandemia, muchas cosas han cambiado y la sociedad por completo ha tenido que ir adaptándose rápidamente a diversos desafíos. En el caso de las y los estudiantes – luego de dos años de confinamiento o de tener un sistema de clases híbrido o virtual—, por fin, volvieron a la presencialidad.  

En este contexto desafiante y cambiante, las recientes noticias sobre violencia en los establecimientos educacionales no deben quedar solo en el papel de las portadas de diarios. En otras palabras,  este tema – de origen multidimensional— debe ser atendido con urgencia y, a la vez, posibilitar también un trabajo largo, profundo y progresivo que logre generar una solución integral a la violencia, abordando toda su dificultosa complejidad.

¿Podemos confirmar que últimamente hay una explosión de casos de agresión en los establecimientos educacionales? “Hablar de aumento presume que tenemos un punto de comparación o línea base, pero con todo lo que pasó con la pandemia, debemos tener cautela de hipotetizar o afirmar que hay un incremento de estos casos”, dice Dr. Jorge Varela, Director del Centro de Estudios en Bienestar y Convivencia Social de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo, “No obstante, surge la pregunta: ¿qué explica lo que ha pasado durante estas dos últimas semanas?”.

Para Dr. Jorge Varela, los recientes hitos de violencia escolar se deben tanto a atributos individuales como contextuales. Los primeros se explican por todos los problemas socioemocionales que traen los niños, niñas y adolescentes producto de la vivencia de la pandemia –ejemplo de ello,  es que hoy vemos la expresión de estos conflictos en las habilidades sociales y la falta de regulación emocional—, junto con otros componentes vinculados a la prevención que son las dimensiones más cognitivas como, por ejemplo, las creencias que validan las conductas de agresión. Los segundos atributos, que corresponden a los contextuales, hay que tener en cuenta que hay un entorno que recién se está volviendo a reconstruir, es decir, las salas de clases, las normas de convivencia, los horarios y los hábitos de estudios, son elementos que no estuvieron presentes durante los últimos dos años. “Entonces, a mi juicio, es este momento de ajuste lo que gatilla las diversas expresiones de agresión”, afirma el Doctor en Psicología. 

Reglamentos de convivencia, no códigos penales 

Si algo aprendimos de esta pandemia fue la capacidad de cuestionar nuestras vidas y a la sociedad en general. Asimismo, como dicen por ahí “los cambios son siempre oportunidades”, por ende,  este nuevo comienzo, específicamente en el ámbito educacional, representa un gran reto, porque no podemos regresar a las aulas con la misma mentalidad y estrategias que tuvimos antes. 

Para el Director del Centro de Estudios en Bienestar y Convivencia Social de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo, esta desafiante vuelta a clases es una oportunidad única para repensar y construir nuevos marcos de convivencia. “En este sentido, debemos cambiar la lógica de código penal por reglamentos de convivencia positivos”, enfatiza, “Si bien es necesario que estén establecidas las sanciones según la transgresión de las normas, el mayor foco debe estar puesto en cómo queremos convivir y qué necesitamos todos y todas para aprender y disfrutar”. 

Dr. Jorge Varela

¿Qué pueden hacer las y los profesores para ayudar cuando los estudiantes tienen problemas socioemocionales? 

Varios psicólogos, educadores y filósofos han señalado sobre la importancia de una educación de calidad para construir un mundo pacífico. Esto requiere el cultivo intencional de entornos escolares saludables donde los estudiantes se sientan apoyados y animados a salir adelante. 

Para ello, Dr. Jorge Varela plantea que es necesario poner el foco en la necesidad de que los establecimientos prioricen el trabajo en lo preventivo, en la detección oportuna de alumnos con dificultades en el área socioemocional. Además, es necesario pensar en intervenciones más puntuales según el caso, “He presenciado que los colegios que mejor abordan esta temática, es cuando combinan y distribuyen estrategias universales de prevención con tácticas más focalizadas, como visitas domiciliarias, reuniones individuales o planes de apoyo, entre otras”, comenta. 

Trasformando nuestras escuelas con atención plena y compasión 

Son diversos los enfoques que llaman y proponen generar una transformación cultural y social en las salas de clases. Una de estas miradas ha incluido la integración de prácticas basadas en la atención plena en los entornos escolares para ayudar a los/as estudiantes y al personal escolar a manejar el estrés y cultivar cualidades prosociales que fomenten el bienestar y la salud mental (Meiklejohn et al. 2012 ).

Una gran promotora de este paradigma de formación es Patricia Jennings, profesora de Educación en la Escuela de Educación Curry de la Universidad de Virginia, quien con evidencia científica ha logrado demostrar cómo la compasión y la atención plena tienen el potencial de transformar nuestras escuelas en espacios seguros, pacíficos y enriquecedores donde las niñas,  niños y adolescentes pueden prosperar. Ejemplo de ello, es que junto otros expertos en la materia diseñaron —para un grupo de 82 profesoras y profesoras— un entrenamiento de regulación emocional y meditación de 8 semanas (42 horas) para reducir la “actuación destructiva de las emociones” y mejorar las respuestas prosociales. ¿Los resultados? Hubo una notable reducción del afecto negativo, la rumiación, la depresión y la ansiedad, un aumento del afecto positivo y la atención plena y un mejor reconocimiento de las expresiones faciales sutiles de la emoción. (Kemeny et al., 2012).

Que la crisis gatille el cambio

El desarrollo emocional es tan importante como el académico. Asimismo, la pandemia que atravesamos reafirmó la necesidad de preparar a los estudiantes en el manejo de sus emociones y habilidades sociales. Por lo mismo, hoy es urgente idear una estrategia que incluya la dimensión socioafectiva, la recuperación de contenidos y el regreso a la presencialidad. 

Trabajemos todos juntos para que los niños, niñas y jóvenes, desarrollen narrativas que les permitan, junto con una sensación de bienestar emocional, trabajar y cumplir sus proyectos de vida. 

Referencias

Kemeny, M.E. et al. (2012). Contemplative/emotion training reduces negative emotional behaviour and promotes prosocial responses. Emotion, 12(2), 338-350.