En esta época de pandemia y confinamiento cientos de personas han comenzado a explorar el entorno natural como un hábito de auto-cuidado, ¿puede la naturaleza ayudarnos a mejorar nuestra salud mental? 

El Coronavirus vino a enseñarnos que es esencial conservar la naturaleza para nuestra salud y bienestar. Por un lado, varios estudios -como el de WWF Italia- enfatizan que hay un vínculo muy estrecho entre la propagación de pandemias y el tamaño de la pérdida de naturaleza y, del mismo modo, hemos presenciado como tras el desconfinamiento cientos de personas han comenzado a explorar el patrimonio natural como un hábito de cuidado, ejemplo de ello,  es el explosivo aumento del senderismo por parte de los santiaguinos en los cerros isla de la Región Metropolitana de Chile. 

El proyecto Capital Natural es liderado por un equipo de profesionales de las ciencias naturales, sociales y de la salud de las universidades de Washington y Stanford, que afirman que los beneficios de pasar tiempo en entorno naturales se vinculan con un aumento de la felicidad, el compromiso social, la capacidad de la gestión de tareas de la vida y la disminución de angustia mental.  Esta iniciativa busca generar una línea base -modelo conceptual- para que los planificadores urbanos de todo el mundo puedan comenzar a medir los beneficios para la salud mental de la naturaleza e incorporarlos en los planes y políticas para las ciudades y sus habitantes. “Además, la experiencia de la naturaleza está vinculada a la mejora del funcionamiento cognitivo, la memoria y la atención, la imaginación y la creatividad y el rendimiento escolar de los niños y niñas”, dice Gretchen Daily, directora docente del proyecto por parte de la Universidad de Stanford, “Estos vínculos abarcan muchas dimensiones de la experiencia humana e incluyen un mayor sentido del significado y el propósito en la vida”.

Un estudio del 2016 (Shanahan, D., Bush, R., Gaston, K. y col.) concluyó que los paseos por contextos naturales alejados de la influencia del ser humano están vinculados a una mejor salud mental y física, siempre que sean lo suficientemente largos. Esta investigación estuvo compuesta por 1.538 individuos residentes de Brisbane (Australia) y se basó en cuestionarios, incluía consultas afines con la periodicidad de las visitas a los entornos naturales y la calidad de los mismos (más o menos alejados de la intervención humana), así como cuatro dimensiones de salud: salud mental, cohesión social, actividad física y presión sanguínea. 

Los resultados muestran que las personas que más pasean en solitario por entornos de naturaleza muestran una menor inclinación a generar depresión e hipertensión, además de padecer menos estrés. Las personas que entraban en contacto con la naturaleza con más frecuencia, además, presentaron un nivel de cohesión social significativamente más alto.

De todos modos, los beneficios vinculados a la salud mental y la presión sanguínea se presentan continuamente cuando la extensión de los paseos por la naturaleza sea adecuadamente prolongada -aproximadamente media hora. La periodicidad de estos paseos podría ser, al menos, semanal, y podría realizarse en grandes parques. 

Que la crisis gatille el cambio

En esta misma línea, otra publicación (Rousseau, Deschacht; 2020) arroja algo de luz para enfrentar la actual crisis ambiental, social y sanitaria que estamos viviendo a nivel mundial, puesto que analizó la conciencia pública sobre la naturaleza y el medio ambiente durante la crisis del Coronavirus mediante el comportamiento de búsqueda en línea en veinte países europeos, concluyendo que la crisis va de la mano de un cambio positivo en la conciencia pública de los temas relacionados con la naturaleza, ejemplo de ello, es que los niveles de contaminación están mostrando reducciones significativas y las personas están más consciente de la importancia del acceso a los espacios de agua y naturaleza urbana. 

Hacia ciudades más integradoras y verdes 

La desigualdad social que nos duele y moviliza para generar el cambio también pasa por el acceso a espacios públicos y de naturaleza urbana.  Según datos del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, , El Consejo Nacional de Desarrollo Urbano y el Instituto Nacional de Estadísticas, en Chile existen 20.004 plazas y 454 parques, lo que se traduce en que 7.6 millones de habitantes estarían muy lejos de cumplir el estándar recomendado de 10m2 de áreas verdes por habitante recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Según un estudio el Observatorio de Ciudades de la UC, en el caso de Santiago mientras Las Condes y Providencia tienen más del 70% de la superficie de vegetación, en Lo Espejo y Renca es menor al 30%. Tampoco hay distribución pareja a nivel nacional. 

Hoy hacemos un llamado a volver a mirar la naturaleza, cambiar nuestra relación con ella y ponerla en el centro de las decisiones. Lamentablemente, la actividad humana ha sobrecargado y alterado gran parte de los ecosistemas. Es por esta razón, que surge la necesidad de volver al origen: entender que somos parte de la naturaleza, y que cuidar de ella significa preocuparnos por nosotros mismos. La colaboración en la naturaleza es un mecanismo de sobrevivencia. Por lo mismo, en este contexto de crisis local y global vale la pena preguntarse: ¿estamos dispuestos a trabajar articuladamente para respetar y mantener el equilibrio de este orden natural?

La OMS ha definido que la estrategia verde es una de las mejores formas de combatir enfermedades no transmisibles, como diabetes, depresión, obesidad, problemas respiratorios, ente otras. Por lo mismo, renaturalizar las ciudades -devolverle espacio a la naturaleza en el entramado urbano- no sólo ayuda a conservar la biodiversidad, sino también a mejorar nuestra propia salud y calidad de vida. 

Referencias:

1. Rousseau, S. y Deschacht, N. (2020). Conciencia pública sobre la naturaleza y el medio ambiente durante la crisis del COVID-19 . Economía ambiental y de los recursos , 76 (4). https://doi.org/10.1007/s10640-020-00445-w

2. Shanahan, D., Bush, R., Gaston, K. y col. Los beneficios para la salud de las experiencias en la naturaleza dependen de la dosis. Sci Rep 6, 28551 (2016). https://doi.org/10.1038/srep28551