Con algunas excepciones, todos los seres humanos somos capaces de reconocer el humor y de experimentarlo: desde el llamado humor “blanco” que se caracteriza por un contenido inocente y amigable para todos, hasta el humor “negro”, que puede implicar, connotaciones de doble sentido, frases ambiguas y denotaciones negativas e incluso crueles u hostiles. 

Diversas investigaciones científicas han hecho avances en el estudio del humor y cómo se desarrolla a lo largo del ciclo vital, además de estudiar la función que ejerce en nuestras relaciones interpersonales cotidianas.

Una conducta natural que se da en contextos de humor, es la risa. Esta es una conducta humana universal que ocurre en todas las culturas alrededor del mundo (Vrticka, Black & Reiss, 2013), y ocurre como una respuesta que suele aliviar la tensión ante situaciones incómodas, inusuales o contradictorias, además de que, en interacciones cotidianas, también suele servir como un facilitador social.

En etapas tempranas, podemos encontrar las primeras risas en bebés desde los 4 meses de edad como una respuesta a las acciones de otras personas. Esta es considerada como un reflejo fisiológico y conductual, mientras que el humor, por su parte, es considerado como un proceso emocional más complejo que requiere de entrenamiento. 

El humor, en un sentido amplio, se refiere a cualquier cosa que las personas digan o hagan que se considere gracioso y provoque la risa en los demás, también se considera como el resultado de diversos procesos mentales que buscan tanto crear, como identificar estímulos divertidos, además de regular la respuesta afectiva hacia el disfrute de tales estímulos. De esta forma, utilizamos el humor para interactuar y comunicarnos, pero además de esto, otros beneficios que se han descubierto son la atracción de parejas potenciales, mejorar el estado de ánimo, aumentar la satisfacción con la vida, desarrollo de la resiliencia e, incluso, tiene implicaciones benéficas para la salud física, por ejemplo, una recuperación más rápida después de pasar por situaciones de estrés y mejoría del sistema cardiovascular (Vrticka et al., 2013). 

Sin embargo, a veces nos es difícil pensar que algunas personas no puedan entender ciertas bromas o cierto tipo de humor y en otras ocasiones, somos nosotros quienes encontramos difícil comprender uno u otro tipo de humor. Estudios en la niñez, han mostrado que probablemente esta facilidad o dificultad para comprender diferentes humores, puede estar relacionada con la empatía y, además, influir en sus relaciones de pares, teniendo importantes implicaciones de sus competencias y ajuste sociales. Ejemplo de esto, es una investigación que propuso que, diferentes de los tipos de humor que mencionamos al inicio de este artículo, existen cuatro estilos de humor de los cuales se piensa que la mitad son adaptativos y están estrechamente relacionados con una interacción social positiva, mientras que la otra mitad se relaciona con burlas, sarcasmo y bromas a costa de los demás, causando un impacto potencialmente hiriente, por lo que se considera como desadaptativo (Halfpenny & James, 2020). Asimismo, consideraron la simpatía, definida como una preocupación por la otra persona y la comprensión de su condición emocional, además de que incluye una intención y acción posterior de ayudar. Por último, diferenciaron dos tipos de empatía: la empatía cognitiva y la empatía afectiva. La empatía cognitiva se refiere al aspecto razonado y comprensivo de la empatía y la definieron como la habilidad de cada individuo de asumir intelectualmente la perspectiva de otra persona. La empatía afectiva por su parte, se refiere a la ‘preocupación empática’ en la que un individuo es capaz de sentir con otra persona y experimentar una emoción congruente como respuesta a la situación o condición del otro. 

En dicho estudio, pidieron a niños y niñas entre los 9 y 11 años responder dos cuestionarios para evaluar la relación entre sus estilos de humor y empatía. Como resultados, encontraron que existían relaciones significativas entre las dimensiones de estilos de humor evaluadas y la empatía de los niños y niñas. Específicamente, observaron que los diferentes estilos de humor se relacionaban con componentes específicos de la empatía cognitiva, empatía afectiva y la simpatía. Los resultados más notables, resaltan que uno de los estilos de humor positivo se encontraba relacionado tanto con la empatía cognitiva, la empatía afectiva y la simpatía, sugiriendo que a medida que los niños y niñas aprenden a participar en comportamientos prosociales, pueden perfeccionar sus habilidades empáticas y practicar el uso de estilos adaptativos de humor.

Por otra parte, el estilo de humor negativo, se encontraba relacionado de manera negativa tanto con la empatía afectiva y la simpatía. Esto podría significar que no existe ninguna deficiencia en la empatía cognitiva, pero podría indicar alguna en el desarrollo emocional o afectivo, pues los niños y niñas poseen la capacidad de tomar la perspectiva de los otros, pero son incapaces de utilizar estilos de humor adaptativos que les permita apreciar el cómo los otros perciben este tipo de humor negativo. Aparentemente, este tipo de humor podría limitar las oportunidades de los niños de socializar, dándoles menos chances de desarrollar más estilos de humor adaptativos.

Investigaciones como estas, dan cuenta de la importancia de cultivar el humor positivo desde la infancia como una forma de desarrollar habilidades sociales y promover relaciones interpersonales sanas. Además, es importante tener cuidado en la forma en que se abordan las bromas y chistes “negros” con ellos, tratando de que, de acuerdo con su edad, comprendan que este tipo de humor, algunas veces conlleva intenciones negativas que podrían mermar las relaciones con sus pares. De esta manera, podemos ayudarles a ejercitar sus habilidades sociales y a disfrutar del humor de una manera sana.

Referencias 

Halfpenny, C., James, L. (2020) Humor Styles and Empathy in Junior-School Children. Europe’s Journal of Psychology, 16(1), 148-166.

Vrticka, P., Black, J. M., & Reiss, A. L. (2013). The neural basis of humour processing. Nature Reviews Neuroscience, 14(12), 860-868.

 

Psic. Tania Valdés González, Licenciatura en Psicología. Universidad Nacional Autónoma de México. Candidata a Doctor en Ciencias del Desarrollo y Psicopatología (UDD-Chile) Áreas de investigación: Desarrollo del Lenguaje Infantil