Tras la irrupción del uso de mascarillas como una de las medidas preventivas ante la llegada de la pandemia por Covid-19, la población ha adoptado el uso de éstas al encontrarse fuera de casa. Al ser una barrera que cubre desde la nariz hasta el mentón, es posible que nos encontremos con un desafío durante las interacciones con otros al no poder percibir una de las claves sociales más importantes para descifrar las emociones que otros nos expresan: las expresiones faciales.

Probablemente como adultos no consideremos esta situación como un gran desafío, pues somos capaces de valernos de otras habilidades, como el lenguaje, para comunicar y comprender ideas, pensamientos y emociones. Sin embargo, en edades tempranas, puede que esta medida de protección sí derive en algunas complicaciones para percibir y descifrar las emociones de las personas en el entorno de los pequeños. Como primer paso hacia la comprensión emocional -definida como la habilidad para reconocer, identificar y anticipar expresiones y reacciones emocionales (Ogren & Johnson, 2020)-, el reconocimiento de expresiones faciales comienza a desarrollarse desde el nacimiento y será parte fundamental para la construcción de posteriores habilidades tanto emocionales como comunicativas en las siguientes etapas del ciclo vital.

Ante esta idea, se han llevado a cabo algunos estudios con el fin de revelar si el uso de mascarillas puede impactar en la habilidad de los infantes de reconocer y procesar las emociones en los rostros de otras personas. Revisemos un poco.

Al nacer, el sistema visual de los bebés aún no está completamente desarrollado. Muchas y diferentes habilidades visuales se desarrollan de forma paralela durante los meses siguientes al nacimiento; la percepción de colores, la percepción de profundidad, agudeza visual y visión binocular, por mencionar algunas. Apenas a los pocos días de nacidos, los neonatos son capaces de enfocar la mirada en objetos que se encuentran a 30cm de ellos, que es aproximadamente la distancia a la que se encontraría el rostro de una persona mientras los carga. En esta etapa se ha reportado que los neonatos ya son capaces de discriminar visualmente entre algunos objetos, incluyendo los rostros humanos, por los que muestran una evidente preferencia, e incluso son capaces de distinguir el rostro de su madre del de un extraño y de imitar algunas expresiones faciales. Entre la segunda y la décima semana de nacidos, su campo de visión periférica aumenta a más del doble y en el tercer mes de vida, ya se encuentra bien desarrollado.

Algunos estudios reportan que, a la edad de 5 meses, los bebés son capaces de discriminar las expresiones faciales de alegría de expresiones negativas, como tristeza, enojo y miedo. Entre los 5 y 12 meses de edad, los infantes logran formar una categoría de rostros alegres y diferenciarlas de expresiones de miedo o ira, mientras que, entre los 4 y hasta los 18 meses, son capaces de formar una categoría de enojo y discernirla de otras emociones negativas, como miedo, asco y tristeza.

Además, se ha encontrado que, desde pequeños, los humanos prestamos mayor atención hacia ciertas partes de los rostros y utilizamos ciertos patrones de rastreo visual, siendo los ojos y la boca los rasgos principales en que nos fijamos para obtener información sobre lo que sucede en el rostro de otra persona y así inferir emociones a partir de rasgos faciales característicos. Siendo así, ¿es la mascarilla una limitante para que los niños y niñas logren reconocer emociones en otras personas?

Un estudio realizado con 81 niños y niñas escolares de entre 7 y 13 años de edad (Ruba & Pollak, 2020), ha reportado que, ante la imposibilidad de obtener información del rostro completo, éstos son capaces de utilizar la información que les brinda la parte del rostro que sí pueden observar, además de usar diferentes claves de su entorno para inferir correctamente las emociones de rostros con mascarillas. En este estudio, se les presentaron a los participantes imágenes de rostros parcialmente cubiertos con mascarillas (que cubrían la nariz, boca y mentón) o utilizando lentes oscuros (cubriendo los ojos y las cejas), así como rostros descubiertos que mostraban diferentes expresiones emocionales, como tristeza, alegría, temor, enojo, sorpresa y asco y se les pedía a los participantes que respondieran a qué emoción correspondía cada expresión facial. Encontraron que la precisión de las respuestas era mayor ante las expresiones de los rostros descubiertos en comparación con los rostros parcialmente cubiertos, ya sea por la mascarilla o por el uso de lentes oscuros. Específicamente, cuando los rostros se encontraban cubiertos por las mascarillas, los niños presentaron una tendencia a interpretar las expresiones de temor como expresiones de sorpresa y las de ira como tristeza, sin embargo, esto no ocurría con el resto de las expresiones faciales. Por lo tanto, las autoras concluyen que el uso de mascarillas faciales podría impactar mínimamente en las interacciones sociales de los niños y niñas debido a que son capaces de utilizar la información basada sólo en la región de los ojos y cejas e inferir correctamente las expresiones emocionales faciales. Añaden que es improbable que únicamente utilicen las configuraciones faciales para inferir las emociones de otras personas, por lo que diversas claves en su contexto, así como la postura corporal, claves verbales y el movimiento mismo del rostro ayudan a los niños y niñas a obtener más información sobre el contexto social y emocional.

En conclusión, no debemos alarmarnos por mermar el desarrollo de habilidades de nuestros niños y niñas como el reconocimiento emocional debido al uso de mascarillas, pues durante las interacciones diarias en casa, podemos compartir diversas experiencias ricas en información emocional con ellos, reforzando este tipo de habilidades mediante actividades lúdicas y conversaciones sobre las emociones propias y de otros, de manera que con o sin pandemia, con o sin mascarilla, serán capaces de convertirse en expertos en el reconocimiento de emociones mediante las expresiones faciales y el uso de diversas claves en su entorno.

 

Este artículo fue elaborado por

Psic. Tania Valdés González, Licenciatura en Psicología. Universidad Nacional Autónoma de México. Candidata a Doctor en Ciencias del Desarrollo y Psicopatología (UDD-Chile)

Áreas de investigación: Desarrollo de Lenguaje Infantil

 

Referencias

Ogren, M., & Johnson, S. P. (2020). Intermodal emotion matching at 15 months, but not 9 or 21 months, predicts early childhood emotion understanding: A longitudinal investigation. Cognition and Emotion, 0(0), 1–14. https://doi.org/10.1080/02699931.2020.1743236

Ruba, A. L., & Pollak, S. D. (2020). Children’s emotion inferences from masked faces: Implications for social interactions during COVID-19. Plos One, 15(12), e0243708. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0243708