Por lo general, las investigaciones profundizan sobre el vínculo entre el apego seguro y los amplios índices de prosocialidad. Sin embargo, estudios recientes sugieren que el comportamiento prosocial de los niños es multifacético: con distintos correlatos y trayectorias de desarrollo. 

En todas las épocas de la historia, hacer cosas por los demás ha sido destacado como un valor social importante. No obstante, las ciencias sociales solo en las últimas décadas han puesto más el foco en analizar, incidir y estudiar la conducta prosocial desde diferentes factores que contribuyen a su desarrollo.  

De esta forma, los comportamientos prosociales se definen como los intentos de satisfacer la necesidad de apoyo físico y emocional de otra persona (Benson, Scales, Hamilton, & Sesma, 2006; Catalano, Berglund, Ryan, Lonczak, & Hawkins, 2004). Por otro lado, se conocen como conductas voluntarias que se adoptan para cuidar, asistir, confortar y ayudar a otros (Caprara, Steca, Zelli, & Capanna, 2005).

Sin embargo, la dificultad de estudiar este tipo de conductas deriva en parte de la complejidad del constructo que, más allá de las definiciones consensuadas, genera debates en torno a cómo medirlo y cuáles son sus componentes (Batson, 1991; Eisenberg & Fabes, 1998; Schroeder, Penner, Dovidio, & Piliavin, 1995).

Qué dice la teoría sobre la relación entre apego y comportamientos prosociales:

Son varias las publicaciones científicas que señalan que la teoría del apego proporciona una lente útil para comprender el comportamiento prosocial temprano (Bowlby, 1969/1982). 

En esta teoría los vínculos con los cuidadores contribuyen a los modelos de trabajo internos (IWM) relacionados con estas figuras, conocidos como representaciones cognitivas aprendidas de cómo se espera que se comporte la gente y una representación complementaria del yo. Luego, con el paso del tiempo, se plantea que estos IWM iniciales se incorporan a las generalizaciones sobre los demás de manera más amplia (incluidas las representaciones sobre la naturaleza de las relaciones y sobre los demás como dignos de confianza y merecedores de atención), lo que guía las expectativas y los comportamientos de los niños y niñas en nuevas situaciones sociales. 

En los IWM seguros estas representaciones predicen el comportamiento de los niños y niñas en una variedad de dominios y probablemente respaldan las acciones prosociales de ellos y ellas, puesto que, proporcionan una «hoja de ruta» sobre cómo se pueden abordar las necesidades de los demás y una visión de que la otredad es digna de atención y cuidado. 

Por el contrario, los IWM inseguros involucran guiones, expectativas y atribuciones que probablemente socaven el comportamiento prosocial (ver Dykas & Cassidy, 2011); por ejemplo, se plantea que los niños inseguros-evitativos tienen más probabilidades de hacer atribuciones hostiles sobre el comportamiento de sus compañeros (Suess, Grossmann y Sroufe, 1992), mientras que los niños inseguros-ambivalentes tienen más probabilidades de esperar que sus compañeros les desagraden o los rechacen (Ziv, Oppenheim y Sagi-Schwartz, 2004). En otras palabras, la teoría señala que los IWM seguros (positivos) o inseguros (negativos) pueden servir como un mecanismo central a través del cual el apego influye en el comportamiento prosocial.

Otro mecanismo principal que vincula el apego con el comportamiento prosocial es la regulación emocional (Bowlby, 1973). Numerosos autores plantean que, a partir de la experiencia repetida de co-regulación con un cuidador sensible, los niños seguros son más capaces de regular las emociones (Calkins & Leerkes, 2011; Cassidy, 1994). De esta forma,  plantean que la regulación emocional apoya la prosocialidad, porque los niños y niñas deben estar lo suficientemente tranquilas para concentrarse en las necesidades de otras personas (por ejemplo, Eisenberg y Fabes, 1995).

Qué dicen las investigaciones sobre la relación entre apego y conductas prosociales: 

La investigación que vincula el apego y la prosocialidad en la infancia media ha variado ampliamente en sus medidas de apego y resultados.  En general, los estudios longitudinales que comparan clasificaciones de apego específicas han encontrado diferencias significativas en el comportamiento prosocial posterior de los niños y niñas, mientras que las investigaciones transversales que emplean otras métricas de apego han producido resultados más mixtos. Por ejemplo, los padres y maestros calificaron a los niños de ocho y nueve años que se habían sentido seguros en el SSP a los 15 meses como más prosociales que aquellos que habían sido inseguros-evitativos, pero no inseguros-ambivalentes (Bohlin, Hagekull, & Rydel, 2000). Otro estudio encontró que los niños que estaban seguros en el SSP a los tres años eran calificados por las madres como más prosociales en la escuela primaria que aquellos que eran desorganizados, pero no inseguros (Seibert & Kerns, 2015).

Por otro lado, es importante destacar que la evidencia que vincula los IWM del apego y la prosocialidad es igual de variada. Tal es el caso del estudio de Bohlin et al. (2000) descrito anteriormente, cuando los IWM del apego se evaluaron simultáneamente con una tarea de historia, no surgieron vínculos con la prosocialidad (aunque esta medida no diferenció los subtipos inseguros). De manera similar, en el estudio anterior de Bureau y Moss (2010), no se observaron vínculos entre los IWM de niños de ocho años y el comportamiento prosocial; sin embargo, la prosocialidad calificada por el maestro a los 6 años predijo las representaciones desorganizadas de los niños a los 8 años.

En definitiva, la evidencia que involucra el comportamiento prosocial general de los niños y niñas es aún incompleta. Aunque gran parte de la evidencia favorece una asociación positiva con el apego, los hallazgos mixtos justifican una mayor investigación. Un consenso creciente reconoce que muchas inconsistencias en la literatura prosocial pueden explicarse por no considerar que la prosocialidad es una construcción multidimensional (p. ej., Eisenberg & Spinrad, 2014; Hay & Cook, 2007).

Referencia: 

Gross, JT, Stern, JA, Brett, BE y Cassidy, J. (2017). La naturaleza multifacética del comportamiento prosocial en los niños: vínculos con la teoría y la investigación del apego. Desarrollo Social, 26 , 661-678.