La maternidad/paternidad se ha postergado cada vez más. Frente a esto se han hecho estudios en distintos rincones del mundo que tratan de descifrar cuál es la edad adecuada para que un padre o madre tenga la capacidad de entregar un contexto favorable para sus hijos e hijas.

Ser madre o padre de hoy no es lo mismo que hace algunas décadas. Este cambio lo podemos ver claramente en cómo se ha ido atrasando la maternidad, por ejemplo, en Chile en la década de los 70 las mujeres en edad fértil tenían a su primero hijo/a alrededor de los 20 años (22,47 años), en cambio hoy es una etapa que se vive aproximadamente a los 25 años, según Anuario de Estadísticas Vitales del año 2016 del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Es esta misma línea, el informe demuestra que ha visto un aumento de nacimiento de los primeros hijos/as de mujeres de mayores de 40 años -en 2010 hubo 962 nacimientos, mientras que en 2016 la cifra fue de 1313 niños y niñas. En el ámbito internacional,  entre países miembros de la OCDE, desde 1995 a la fecha, la edad promedio de las madres al nacer su primer hijo se incrementó en tres años. Es decir, hoy bordea los 30. 

Las razones de este cambio en cuándo se vive la maternidad y paternidad está vinculada a varios temas. Primero y uno de los principales está relacionado al factor educacional, actualmente la mayoría de las mujeres tienen más años de estudios que en décadas anteriores. Otra razón es que hay otra mirada respecto a las expectativas vinculadas a las relaciones de pareja, antes el matrimonio era sinónimo de hijos/as, sin embargo, actualmente varias mujeres y hombres esperan tener una relación de pareja bien consolidada antes de transformarse en padres. 

Pero, ¿cuál será la mejor edad para ser madre? Un estudio de Universidad de Southern California, liderado por la doctora Roksana Karim concluye que la edad perfecta para tener hijos/as es a partir de los 35 años. ¿La razón? Según plantea Roksana, la sensibilidad y capacidad de mamás con esta edad es notoriamente superior a la de las madres que han tenido hijos/as más jóvenes. Esta investigación se realizó con 830 mujeres en edad posmenopáusica, que tuvieron que manifestar capacidad verbal y de resolver problemas. En el caso de madres entre 15 y 24 años demostraron mayores dificultades, en cambio que a partir de los 35 mejoraron las condiciones cognitivas que, según la investigadora, se asocia a mecanismos hormonales que emergen en la mediana edad, lo que crea condiciones psicobiológidas de “una mayor madurez y desarrollo”. 

Otro estudio holandés señala que los problemas de comportamiento -como conductas violentas y agresivas- serían menos frecuentes en niños y niñas nacidos de padres mayores de 30 años, en relación a aquellos hijos/as de cuidadores más jóvenes.  Esta investigación involucró a más de 32 mil niños entre 10 a 12 años, analizando su comportamiento problemático a través de encuestas realizadas a padres,  profesores y los mismos menores, y concluyó como resultado que los hijos/as de papás y mamás mayores tienen a ser menos agresivos. 

“Creemos que los cuidadores con más edad son más capaces de crear ambientes favorables para sus hijos,  pueden ser más sensibles a las necesidades del niño y proporcionar más estructura”, señala Mariëlle Zondervan-Zwijnenburg, investigadora de la Universidad de Utrecht para Child Development. Sin embargo, es importante destacar que no se encontró una asociación tan directa entre la edad de los padres y trastornos ansiosos o depresivo. 

La maternidad tardía puede verse beneficiada por una sucesión de componentes propios, esencialmente, la edad avanzada,  madurez, satisfacción en el desarrollo profesional, estabilidad en la pareja, la responsabilidad en los proyectos, y más aún por las ganas, determinación y motivación por la maternidad.  Puede ser, que el hecho de querer ser madre en un momento en específico de la vida generaría una maternidad con bajo riesgo psicológico.

En el contexto, un grupo de académicos australianos lideraron una investigación que busca examinar las relaciones entre la edad materna y la calidad de la conducta interactiva. Las participantes fueron 150 madres de Australia -el promedio era de 33 años- y sus hijos e hijas. El análisis de la trayectoria arrojó que la edad de la madre tenía asociaciones directas e indirectas con el comportamiento interactivo materno. Las madres con más edad hicieron más comentarios relacionados a sus bebés, eran más sensibles, y en efecto indirecto se explicó por una mayor madurez psicológica (resistencia) y un locus de control más interno con respecto a cómo criar (A. Camberis,  C. McMahon , F. Gibson,  J. Boivin, 2015) 

Ahora, ¿cuáles serían los riesgos psicológicos en la maternidad/paternidad tardía? Es relevante considerar algunas desventajas psicosociales o dificultades como menos resistencia física y energía para el cuidado del hijo/a y la escasez red de apoyo inmediato para la crianza -por ejemplo, los abuelos/as son demasiado mayores. 

Las personas no adquieren sabiduría por la edad, sino por la experiencia. En ese sentido es muy difícil generalizar las posibles transformaciones que experimentan las mujeres y hombres que son padres a una edad más avanzada. No hay una edad “ideal” como tal y depende de cuándo la persona o la pareja se sienta preparada.  En este sentido la maternidad y paternidad es algo que se seguirá transformando a lo largo de la historia. 

Bibliografía:

• Maria AJ Zondervan – Zwijnenburg ,Sabine AM Veldkamp,  Alexander Neumann,  Stefania A. Barzeva,  Stefanie A. Nelemans , Catharina EM van Beijsterveldt,  Susan JT Branje,  Manon HJ Hillegers,  Wim HJ Meeus, Henning Tiemeier,  Herbert JA Hoijtink,  Albertine J. Oldehinkel,  Dorret I. Boomsma, “Parental Age and Offspring Childhood Mental Health: A Multi-Cohort, Population-Based Investigation”, 2019. 

  • Wendy J Mack, Roksana Karim, “ Respuesta a: Inteligencia superior y edad materna posterior: ¿hacia dónde va la dirección causal?”, 2017.
  • Anna ‐ Lisa Camberis,  Catherine A. McMahon , Frances L. Gibson,  Jacky Boivin, “Edad materna, madurez psicológica, cogniciones parentales e interacción madre-hijo”, 2015.