El optimismo está relacionado con el bueno humor y la alegría, pero, no son la misma cosa. Es una habilidad de pensamiento que nos aporta confianza y reflexión sobre nuestros errores. Por ende, el optimista, ¿nace o se hace? 

La Psicología Positiva es un enfoque que nace con la misión de dar respuesta a algunos asuntos que, hasta el momento, otras terapias no habían profundizado: el análisis de lo que va bien en la vida, desde el nacimiento hasta la muerte (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000). 

Por lo general, la Psicología Clínica ha estudiado a las personas desde el ángulo de la enfermedad mental o psicopatología , a causa de sus determinantes o efectos (Greenglas & Fiksenbaum, 2009). En cambio, representantes de la Psicología Positiva señalan que la concentración solo en lo negativo que ha imperado por décadas en la disciplina, ha llevado a posicionarse un modelo de la existencia humana que ha borrado e inclusive negado las características positivas de la persona y ha ayudado a apadrinar una mirada pesimista de la naturaleza humana (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000).

La Psicología Positiva no niega el sufrimiento humano, puesto que comprende que la vida de todos y todas tiene altos y bajos. Desde esta razón, se puede decir que las y los psicólogos de esta línea buscan un balance entre lo bueno y lo malo de la vida (Peterson y Park, 2003). Por consiguiente,  esta rama pide prestar foco a la riqueza como a la debilidad, tanto interés a la reconstrucción de las mejores cosas de la vida como a la reparación de las malas. 

“La Psicología Positiva, es una rama de la psicología científica, que lleva varias décadas estudiando los factores que generan un funcionamiento óptimo de las personas y sus niveles de salud mental positiva”, dice María de los Ángeles Bilbao, Doctora en Psicología por la Universidad del País Vasco, “Dentro de estos factores se encuentra el optimismo, que cumple un rol fundamental”. 

¿Qué rol cumple el optimismo en el bienestar? 

No cabe duda que en el lenguaje cotidiano “optimismo” significa pensamiento positivo, es decir, es el valor que nos ayuda enfrentar las dificultades con esperanza y buen ánimo. Este concepto ha sido estudiado por psicólogos y científicos desde diversas perspectivas, ejemplo de ello, está la esperanza defendida de Snyder (2000), el estilo explicativo descrito por Peterson y Seligman (1984) y el optimismo disposicional propuesto por Carver y Scheier (1981). De todas estas miradas se desprende y confirma que el optimismo es clave para la mayor satisfacción personal, laboral y educacional, tener buen ánimo, vivir más tiempo y poseer una buena salud (Peterson, 2000).

Hay estudios que plantean que el optimismo resguarda contra las consecuencias debilitadoras de los hechos negativos  (Peterson, 2000). Igualmente, este valor se vincula con la resolución viva y audaz de conflictos, por lo mismo, hay quienes plantean que el triunfo de las terapias para la depresión va de la mano con la posibilidad del tratamiento para modificar el pensamiento negativo de un paciente a uno positivo (Seligman et al., 1988). 

Por otra parte, hay quienes postulan que el optimismo se vincula con una expectativa o percepción general por parte de las personas, es decir, que el futuro los espera con momentos positivos y no necesariamente tiene relación con una observación general de la vida en el momento puntual

 

¿Se puede ser más optimista?

Martin Seligman, psicólogo y escritor norteamericano,  es conocido por su trabajo e investigaciones en la indefensión aprendida y su relación con la depresión, además, por sus influencias en la Psicología Positiva. “Si lo único que tuviéramos fueran emociones positivas”, señala este autor, “nuestra especie habría muerto hace mucho tiempo”. 

Seligman plantea que no cree en aquellas personas que parecen vivir en un estado permanente de felicidad constante y optimismo, pero tampoco considera necesario estar en un constante estado de pesimismo . ¿Por qué? En otras palabras, postula que el estado idóneo de las personas es un optimismo realista, positivo y aprendido, capaz de observar en los cambios un reto limitado y transitorio. 

Existe un optimismo disposicional, es decir, hay personas que por sus características innatas son más optimistas que otras  (Scheier y Carver, 1985); pero también hay un optimismo que es aprendido (Avia & Vásquez, 1999; Seligman, 1998), puesto que implica un estilo de pensamiento particular que involucra la construcción de esquema cognitivo-afectivos de apertura a las posibilidades futuras de manera flexible asociadas a afectos positivos. “Estos son modelados y socializados, principalmente en las relaciones familiares tempranas, como en los espacios educativos formales”, dice la Doctora en Psicología,  “Pero a la vez, el optimismo se va desarrollando, sosteniendo y evolucionando a través de nuestra experiencia cotidiana y al enfrentar los desafíos y dificultades que trae la vida.”

Beneficios del optimismo

El optimismo al ser una habilidad que se puede potenciar tiene una fuerte incidencia en el fortalecimiento de la autoestima y el bienestar personal. Por ejemplo, la etapa escolar es una gran oportunidad para fomentar esta tendencia de ver y juzgar desde un aspecto positivo,  debido a que los niños, niñas y jóvenes puedan aprender y resignificar positivamente los errores y malos momentos junto a sus respectivos adultos responsables  “Esto generará circuitos cognitivo-afectivos que ayudarán en una futura ocasión a anticiparse a posibilidades de resultados y oportunidades de éxito, generando un refuerzo positivo a esquemas cognitivos de apertura a la experiencia y a buscar activamente alternativas ante las dificultades”, dice la Dra. Bilbao. 

En conclusión, el optimismo no es algo banal, por el contrario, al igual que con otras competencias sociales y emocionales, es una habilidad que se puede aprender. Nunca es tarde para observar lo vital de nuestras decisiones personales, puesto que cada persona tiene la potencialidad de ser activa y despierta frente a los estímulos.