Durante las últimas décadas se han generado cambios relevantes sobre cómo vivimos y entendemos la estructura familiar; es así como cada vez más padres y madres optan o deben criar de manera solitaria. ¿Qué se entiende por monoparentalidad? ¿Cuáles son los principales desafíos a nivel de núcleo y sociedad? 

Cada vez más en América Latina ha habido profundas transformaciones en la estructura y comportamiento familiar;  como el aumento de familias monoparentales, es decir formadas por un padre o madre con uno o varios hijos. En el caso particular de Chile el porcentaje de niños, niñas y adolescentes que viven en hogares con un solo progenitor pasó de un 8% en el año 2000 a un 19,1% en 2017 (Encuesta de la niñez, Casen 2017). 

Frente a este escenario tenemos la oportunidad de reflexionar en profundidad sobre la variedad de familias y transformaciones de la sociedad. Pero, ¿de qué hablamos cuándo usamos el concepto de monoparentalidad? Según Pamela Jiménez Etcheverría, psicóloga de la Universidad de la Frontera y doctora en psicología de la Universidad de Cambridge señala: “Cuando hablamos de este tipo de familia nos referimos sobre la composición o estructura del clan, que se puede formar de distintas maneras, por ejemplo, pueden ser resultado de un quiebre o divorcio de la pareja, por la muerte de uno de los padres o también por opción, en este último caso puede ser escoger activamente criar en solitario”.  

En este sentido, existe una enorme variedad al interior de la etiqueta “monoparentalidad”, en la que se abarca contextos que, si bien comparten una estructura familiar, implica vivencias subjetivas muy distintas que exponen múltiples tipos de “monoparentalidades” que deben ser examinadas a cabalidad.  

De esta forma, ya hay diversos conocimientos científicos que el desarrollo de niños y niñas depende de varios factores que van más allá de la estructura familiar en el que se forman, y que son las situaciones que acompañan las que pueden llegar a generar conflictos y problemas. Igualmente, cabe destacar que una familia en la que cohabitan padre y madre no precisamente garantiza el bienestar de los hijos e hijas (Moreno Hernández, A., 1995). “Lo que se ha encontrado en la evidencia es que niños y niñas en familias monoparentales -padres viudos o separados- presentan niveles más altos de problemas de conducta que aquellos niños que están siendo criados de forma conjunta por papá y mamá”, explica Pamela Jimenéz Etcheverría, “sin embargo, lo que también se ha observado de manera consistente es que es difícil concluir a partir de estos resultados, si tener un solo padre o madre, es lo que afecta negativamente a los niños o las dificultades que ellos presentan son el resultado de otros factores”, dice Pamela. 

Dentro de los grandes desafíos que tienen los cuidadores de familias monoparentales es saber manejar el estrés parental, visto como uno de los predictores más importantes de la psicopatología infantil (Navarrete, Silva, Van IJzendoorn & Cárcamo, 2018), también la multiplicidad de roles, responsabilidades, preocupaciones y ser la única fuente de ingresos económicos del hogar. Estos factores se han encontrado que explican mejor las dificultades que pueden presentar los niños y niñas más que la ausencia de uno de los padres. 

En esta misma línea de reflexión Susan Golombok, directora del Centro de Investigación Familiar de la Universidad de Cambridge (Inglaterra), en su libro “Familias modernas: Padres e hijos en las nuevas formas de familia” se basa en estudios sobre tipos de clanes y cuáles son su impacto en el desarrollo psicológico infantil concluyendo que hijos e hijas de una familia no “tradicional” – no compuesta por una pareja heterosexual- son tan felices como aquellos que son criados en familias consideradas como “clásicas”.

Según Jimenéz Etcheverría otra investigación interesante en esta temática es liderada por Laurence Steinberg, profesor de psicología de Universidad de Temple en Estados Unidos, quien ha estudiado la consecuencia de distintos tipos de parentalidad en adolescentes norteamericanos, llegando a la conclusión que los jóvenes que manifiestan más problemas tanto externalizantes como internalizantes son aquellos que vienen de familias en que los padres se muestran más distantes, hostiles y poco conectados con sus hijos/as. Por lo tanto, podemos ver que existe consistencia entre distintos estudios que la calidad de la relación entre padre y madre y su hijo es lo que más importa para el bienestar psicológico infantojuvenil, más que si hay un o dos cuidadores en el núcleo familiar. 

 

Retomando los desafíos que hoy enfrentan las familias monoparentales, hay uno ligado a situaciones o experiencias externas: la falta de información y referentes sobre este tipo de clan;  “aun cuando un niño o niña puede estar siendo criado por en un entorno cálido, sensible y amoroso puede sufrir al ser estigmatizado en el colegio, ya sea por profesores o compañeros;  también se puede ver afectado cuando no se ve representado en la ilustración de familia en un libro, por ejemplo”, dice Pamela. 

A pesar de toda la evidencia y conocimiento científico acerca de lo que más importa para el bienestar psicológico de los niños y niñas es la calidad de las relaciones y no la estructura de las familias, aún en el imaginario colectivo y en muchas instituciones está impregnada la idea de que la estructura idónea para criar niños/as y jóvenes es aquella tradicional compuesta por un matrimonio donde hay un padre y madre que están genéticamente relacionados con sus hijos, por ejemplo en la actual Ley de Adopción (19.620) las personas solteras están como última opción para este proceso; “Esa la mayor resistencia, porque desde esta visión de desarrollan las políticas públicas, programas y se deja fuera esta evidencia científica y el reconocimiento de la diversidad de hacer familia”, concluye la psicóloga de la Universidad de la Frontera. 

En este sentido, frente a las múltiples transformaciones que ha habido en la estructura familiar a nivel mundial y continental, la conversación y debate sobre la “monoparentalidad” requiere considerar innumerables factores sociales, psicológicos y culturales, para evitar caer en etiquetas que se alejen de la visión pluralista de la familia.  

        Prensa SCDE