Una publicación de la Universidad de Stanford analizó por qué muchas personas están experimentando cansancio producto de las videoconferencias, hallando además una incidencia mayor en las mujeres. 

Una vez pasada la alegría ante la noticia de la distribución de vacunas a un año del comienzo de la pandemia Covid-19, nuestro presente y futuro cercano vuelve a verse desafiado de forma parecida a la película “El día de la marmota”, en la que el protagonista despierta en el mismo día una y otra vez, solo que, en nuestro caso, no se trataría de una comedia precisamente. Esto porque muchas personas, en este contexto de confinamiento cotidiano, pasan su día frente a la pantalla, y no solo por trabajo sino también por reuniones, clases, celebraciones e incluso para hacer algo de deporte. 

¿A quién no le ha pasado? Que al finalizar la última reunión online del día y, tras despedirse del resto de los asistentes y bajar la pantalla del computador, llegan los dolores de cabeza, ojos y espalda, además de una sensación de tener completamente vacío el estanque de energía vital. Por esta razón, los psicólogos/as se han enfocado cada vez más en los efectos de este nuevo hábito laboral de millones de personas, acrecentado por la emergencia sanitaria producto del Coronavirus. Si bien todas las plataformas como Google Meet, Zoom y Teams han sido esenciales para continuar con muchos trabajos, clases escolares e incluso interacción social, el estar en videoconferencia gran parte del día se ha transformado en algo agotador; por lo mismo el concepto “fatiga de Zoom” se ha popularizado rápidamente.

En este nuevo escenario, la Universidad de Stanford generó una publicación que analiza la fatiga producto del Zoom -y plataformas afines- desde el ángulo de la psicología. El artículo escrito por Jeremy N. Bailenson y publicado en Technology, Mind and Behaviour –revista de la Asociación Americana de Psicología– toma como base varias investigaciones académicas y enfatiza que toda esta información no corresponde necesariamente a hallazgos científicos inapelables, pero que puede ayudar tanto a Zoom como a sus usuarios a mejorar su interacción. La publicación se enfoca, además, en cuatro razones de por qué Zoom provoca agotamiento físico y mental. 

Es como un espejo y vitrina constante

El diseño de la interfaz de Zoom y del resto de gran parte de las apps de videollamadas muestra constantemente la propia cara. Y esta sería una de las principales causas de cansancio: la excesiva cantidad de contacto visual. Por un lado, tenemos la “ansiedad frente al espejo”, es decir, la tensión mental de tener que estar constantemente observando nuestra propia imagen y, por otro lado, antes en una reunión presencial las personas toman notas o miran a computador, pero ahora todos miran a todos durante la jornada. ¿Por qué es esto negativo? Según la publicación, porque la autoevaluación permanente puede ser estresante, fundamentalmente en las mujeres: cita un estudio donde un grupo de ellas reaccionaba prestando mucha más atención al verse a sí mismas en un vídeo en directo. En ese sentido, no existen trabajos de campo que profundicen qué ocurre cuando esa exhibición se alarga durante horas, y más encima todos los días: “Los usuarios de Zoom”, explica Bailenson, “con la excepción de aquellos que trabajan en estudios de danza llenos de espejos, están viendo reflejos de sí mismos con una frecuencia y duración sin precedentes”.

¿Cómo mejorar este exceso de contacto visual? El experto aconseja que hasta que no se popularice la utilización de las cámaras a una mayor distancia del usuario, o que las herramientas de videollamada modifiquen su interfaz predefinida, es conveniente no mantenerlas en pantalla completa. Cuando se utiliza un portátil, sugiere emplear un teclado externo para aumentar la distancia con la pantalla.

La carga cognitiva es mayor 

Otra razón de la fatiga es que, en el contexto digital, las personas ocupamos más energía en identificar señales sobre el comportamiento de los otros participantes. Anteriormente, en instancias presenciales, captábamos a los demás de forma más intuitiva, precisamente debido a que teníamos el lenguaje no verbal a la vista, mucho más difícil de captar tras la pantalla. En ese sentido, Bailenson explica que esto presume una obligación psicológica extra porque exige a estar especulando frecuentemente en cómo debemos traspasar esos mensajes no verbales que la comunicación por videoconferencia deja fuera. Además, en las videollamadas hablamos un 15% más alto que en las conversaciones normales y tendemos a gestualizar de forma más exagerada para que los otros capten nuestras señales. ¿La solución que plantea el psicólogo para abarca este asunto? Desconectar el vídeo y tomar un descanso, además de cuestionar si muchas de las reuniones vía Zoom pueden sustituirse con llamadas telefónicas.

Movilidad reducida

Otro cansancio mental y físico del que no somos conscientes las y los trabajadores que teletrabajamos es que las videoconferencias son una forma de comunicación estática; anteriormente, en reuniones presenciales o por llamadas telefónicas, poseíamos la opción de caminar por la sala, cambios de posturas simples en la silla, apoyarnos en el respaldo o inclinarnos hacia delante. En cambio ahora, en las reuniones virtuales, se debe mantener la cara centrada en la pantalla, a una distancia que le permita al resto de los asistentes observarla en primer plano, lo cual significa un campo de movimiento mínimo. En este nuevo escenario, Bailenson plantea alejar la cámara, e inclusive acomodar un espacio único para las videoconferencias que sea equivalente al que se tiene en las reuniones presenciales.

El vaso medio lleno 

Muchas voces señalan que el teletrabajo llegó para quedarse. La situación que ha generado la actual pandemia, y la urgencia de mantener servicios y equipo profesionales en momentos de confinamiento, ha acelerado la implementación de esta modalidad de trabajo desde casa. No todo es malo: esta situación también ha presentado nuevas oportunidades. “En nuestros estudios hemos visto que la situación de la pandemia y el teletrabajo han derivado en un fortalecimiento de los lazos familiares. De hecho, 7 de cada 10 chilenos y chilenas piensan que durante esta crisis sanitaria se ha acercado más a su familia”, señala el Dr. Jaime Silva, Director Académico de Sociedad Chilena de Desarrollo Emocional, destacando que este aspecto central es llamado “revalorización de los vínculos afectivos en la sociedad chilena” –resultado posterior de la actual pandemia y estallido social. El futuro, de aquí en adelante, no será el mismo en el mundo del trabajo, lo cual puede llegar a tener consecuencias positivas, desde qué entendemos por supervisión y satisfacción laboral hasta cómo se organizan las ciudades.

Frente al agotamiento producto de las videoconferencias debemos tomar medidas prácticas como: reuniones virtuales estrictamente necesarias, tomar descansos, apagar la cámara y hacer un check-in al inicio de las conferencias, para ver cómo se encuentra el bienestar de las personas antes de entrar al tema central, ya que no solo es una forma de reconectarnos con el mundo sino también de recobrar confianza y reducir el agotamiento y el estrés. No obstante, la fatiga por videollamadas, entre otras dificultades que ha presentado la pandemia, no debemos olvidar algo que es clave: que los seres humanos siempre hemos tenido una gran capacidad de adaptación. Este caso, es de esperar, no será la excepción.