Como sabemos, el cerebro infantil se encuentra en constante desarrollo, lo cual implica que sus habilidades son aún inmaduras y requieren de estimulación y aprendizaje. Para aprender de su entorno, el cerebro requiere hacer filtros para seleccionar los estímulos relevantes de entre todos los estímulos presentes en el entorno. Si bien el cerebro tiene los mecanismos para realizar esta tarea, la presencia intencional de diferentes estímulos con una alta saliencia (es decir, una mayor facilidad para atraer la atención) puede dificultar los procesos atencionales y de aprendizaje de los infantes y preescolares.

Es común que cuando pensamos en un aula de clase de nivel preescolar o menor, imaginemos una sala llena de colores, dibujos en las paredes o colgando del techo, canciones y hasta materiales con diferentes texturas. Pero investigaciones en los últimos años muestran que, a veces, todos estos estímulos pueden llegar a distraer a los pequeños de las fuentes de información verdaderamente importantes para ellos.

La disminución en la distractibilidad se atribuye comúnmente al desarrollo y perfeccionamiento del control inhibitorio (una de las funciones ejecutivas que nos permiten suprimir o controlar conscientemente las respuestas automáticas a ciertos estímulos) y de la memoria de trabajo (la cual nos permite recuperar y mantener la información que necesitamos para realizar una tarea). Sin embargo,  la maduración de ambos procesos tiene un desarrollo prolongado y se extiende hasta el inicio de la edad adulta. La paradoja entonces parece bastante clara: los lugares de aprendizaje de los estudiantes más jóvenes -preescolares y escolares- generalmente son ricos en potenciales fuentes de distracción, tienen materiales educativos coloridos y otros estímulos visuales, por lo que mantener la atención en escenarios que se encuentran llenos de estímulos para un pequeño que se encuentra en pleno desarrollo de las habilidades inhibitorias es mucho más difícil que para un niño de mayor edad, un adolescente y obviamente que para una persona adulta.

Un estudio puso a prueba diversos escenarios para comprobar si las decoraciones visuales afectaban la atención de estudiantes preescolares y si, a su vez, afectaban su aprendizaje (Fisher et al., 2014). Para esto, compararon el nivel de aprendizaje de los niños a lo largo de seis clases en dos condiciones: una sala de clases decorada y una sala de clases sin decoraciones. Encontraron que efectivamente, los patrones de atención de los preescolares cambiaban en función del ambiente visual del aula; los pequeños eran más propensos a distraerse en un entorno lleno de estímulos visuales, mientras que cuando se encontraban en un espacio despejado de estímulos, eran más propensos a distraerse ellos mismos o por sus pares. Además, el ambiente visual del aula también influía en el tiempo total que los preescolares eran capaces de mantenerse en la tarea; pasaron significativamente más tiempo fuera de la tarea en la condición de la sala decorada que en la no decorada. Por otro lado, aunque los pequeños mostraron haber aprendido de la clase con éxito, al comparar los resultados de aprendizaje obtenidos, estos fueron significativamente mayores en la condición del aula despejada en comparación con el aula decorada. Por último, al contrastar el tiempo que pasaron fuera de la tarea con el aprendizaje, la relación fue negativa, es decir que, los preescolares que pasaron más tiempo fuera de la tarea tenían niveles de aprendizaje menores. Los autores de este estudio concluyen que el ambiente visual juega un papel importante en cómo los preescolares distribuyen su atención durante el tiempo de instrucción, aunque no proponen que se “esterilicen” los ambientes de aprendizaje de los pequeños, sí advierten sobre cómo el entorno visual del aula puede inducir cambios en la asignación de la atención y los resultados de aprendizaje de los niños y niñas en la etapa preescolar. 

Además de los hallazgos con distractores visuales, existen investigaciones que revelan que el ruido ambiental o de fondo también puede tener repercusiones en el aprendizaje infantil (Erickson et al., 2017). Una revisión sobre el tema advierte que el ruido en el entorno de los bebés e infantes puede ejercer efectos de gran alcance, no sólo sobre la salud, sino también sobre la percepción y el aprendizaje de los más jóvenes. Particularmente, la presencia de ruido puede desfavorecerlos en el reconocimiento del lenguaje que están aprendiendo, especialmente cuando el ruido de fondo son estímulos como el habla de los adultos, pues puede interferir en la atención que los pequeños prestan a las tareas que realizan.

Aunque el mundo está siempre lleno de múltiples estímulos simultáneos y que están constantemente cambiando, balancear los entornos de aprendizaje de los niños y niñas puede ayudar a promover el mantenimiento de la atención en una tarea y, por lo tanto, el aprendizaje, pues este puede ser difícil de alcanzar cuando se está siendo bombardeado constantemente por estímulos extra del ambiente. Lo importante es encontrar un balance entre el desarrollo cognitivo de los pequeños y la satisfacción de sus necesidades socioemocionales de manera que se sientan seguros, cómodos y abiertos al aprendizaje, ya que, como sabemos, cuando un pequeño niño o niña está alterado, asustado o llorando, es poco probable que logre avances en su aprendizaje.

Referencias

Erickson, L.C., & Newman, R.S. (2017). Influences of background noise on infants and children. Current Directions in Psychological Science.

Fisher, A. V., Godwin, K. E., & Seltman, H. (2014). Visual environment, attention allocation, and learning in young children when too much of a good thing may be bad. Psychological Science, 25, 1362–1370.

Psic. Tania Valdés González, Licenciatura en Psicología. Universidad Nacional Autónoma de México. Candidata a Doctor en Ciencias del Desarrollo y Psicopatología (UDD-Chile) Áreas de investigación: Desarrollo del Lenguaje Infantil