En este contexto de crisis sanitaria, volvimos a valorar el tacto: el primer sentido en desarrollarse y probablemente el último en dejar de funcionar en las etapas finales de la vida. 

La pandemia ha modificado radicalmente la forma en que nos relacionamos. Uno de estos cambios es que los abrazos, los besos y el apretón de manos ocurren con menos periodicidad. Esto debido a que las medidas utilizadas para reducir la transmisión del COVID-19 han puesto en pausa o fin a muchos tipos de contacto y afecto. 

Si bien el impacto psicológico de esta crisis sanitaria ha sido considerablemente analizado, aún falta mucho por descifrar, en especial respecto a las secuelas de lo que puede denominarse “hambre de contacto o de piel”, un fenómeno que los expertos exponen como un profundo deseo de la persona por sentir el tacto de otro ser humano. 

Esto no es menor: el tacto es elemental para el desarrollo socioemocional, físico, cognitivo y neurológico en la niñez (Hertenstein, Keltner, App, Bulleit y Jaskolka,  2006 ) y es además una forma relevante de comunicación no verbal a lo largo de la trayectoria vital. De esta forma, la necesidad de contacto físico es un punto de unión para todas las especies de mamíferos: “Tantos los primates como los humanos estamos programados para el tacto, nos guste o no”, señaló Francis McGlone, neurocientífico de la Universidad John Moores en Liverpool, al periódico The Independent. 

De igual manera, se ha puesto en evidencia que el contacto piel con piel aun en los primeros minutos del nacimiento aporta a regular la respiración, frecuencia cardiaca y temperatura del bebé (Ferber, Feldman y Makhoul, 2008). Por otro lado, la ciencia ha comprobado que la negligencia física y falta de tacto puede generar niveles más altos de agresión en los adolescentes (Field, 2002). Volviendo a lo anterior: cuando el contacto de piel es limitado o eliminado, las personas pueden desarrollar lo que se denomina hambre por contacto (Pierce, 2020).

Hay estudios que comprueban que el contacto, en especial el materno, regula el estrés infantil. En esta línea, una investigación quiso medir los efectos del tacto sobre la reactividad del estrés infantil durante la privación simulada a los 6 meses de edad (Feldman, 2010). La iniciativa consistió en probar 53 díadas bajo dos paradigmas: rostro inmóvil (SF: Still Face. Se le pide a la madre que luego de interactuar normalmente con su hijo, ponga su rostro inexpresivo y no responda a las señales del bebé ) y rostro inmóvil con tacto materno (SF + T). Se tomaron diversas muestras fisiológicas de los niveles de estrés en los bebés y sus madres  (por ej. cortisol y tono vagal cardíaco) durante los episodios de juego libre, cara inmóvil y al reencuentro del procedimiento (es decir, cuando la madre vuelve a responder al bebé). Se concluyó que los niveles de cortisol aumentaron (indicando mayor estrés) en la condición de cara inmóvil para todos los bebés.  Para los niños en la condición SF+T el cortisol disminuyó en la fase de recuperación, pero esto no sucedió para los niños en condición SF. Para ellos el cortisol aumento durante la recuperación .Es decir, el contacto con la madre le ayudó al bebé a regular su estrés. Además, la sincronía táctil durante el juego libre se asoció con un tono vagal de los bebés más alto, y la asincronía táctil –estimulación de contacto físico materno mientras la mirada hacia el niño/a es evitada– se correlacionó con un cortisol materno e infantil más alto. 

Otro reciente estudio (Puyvelde, 2021), muy parecido metodológicamente al anterior, nos viene a señalar que incorporar un tipo de masaje a la rutina cotidiana puede ser una herramienta para regular el estrés y las emociones en recién nacidos. La investigación consistió en que 43 madres aprendieron y proporcionaron un tipo de caricia corporal a sus bebés, de 3 a 12 semanas, durante un mes. Luego, a este grupo lo compararon mediante la metodología del rostro inmóvil con otros recién nacidos que no habían recibido este masaje específico, lo que demostró que los que habían sido acariciados con esta técnica tenían mejor capacidad para regular el estrés y sus emociones. 

¿Solo el tacto humano genera beneficios emocionales? 

También se ha encontrado que las mascotas copian algunos de los beneficios del tacto humano, siempre y cuando pases mucho tiempo acariciándolas. Una nueva investigación (Young et al. 2020). demostró que el contacto entre animales y humanos parece ser mutuamente beneficioso, puesto que esto proporciona sensaciones positivas como relajación y consuelo. Para este análisis, se entrevistó a 32 dueños de mascotas acerca de sus interacciones durante el periodo de pandemia. De los encuestados, el 90 % señaló que sus animales de compañía les proporcionaban consuelo y amor, entregando ejemplos concretos sobre cómo las mascotas descifraban las emociones de las personas y se acurrucaban cerca como apoyo. Según señalan los investigadores de la iniciativa, el tacto también podría usarse como un consuelo para los animales que pueden sentirse molestos o ansiosos. La Dra. Young, lideresa de este estudio, enfatiza sobre la relevancia del tacto para la salud de las personas en aislamiento social. “El tacto es un sentido poco estudiado, pero la evidencia existente indica que es crucial para el crecimiento, el desarrollo y la salud, así como para reducir los niveles de la hormona del estrés –cortisol– en el cuerpo. También se cree que el tacto puede ser particularmente importante para las personas mayores, ya que otros sentidos decaen. 

El consentimiento es clave 

El fenómeno del hambre de contacto, secuela poco vista y relativamente inexplorada de este tiempo de pandemia, ha surgido cada vez más entre las personas y puede estar favoreciendo a otras manifestaciones psicológicas y psiquiátricas más observables de angustia y enfermedad. Este periodo de carencia táctil nos ha ayudado a comprender mejor que la esencia de las personas es estar junto a otros y otras; desde esta razón, es sabido que requerimos tocar para estar conectados. No obstante lo anterior, es importante recalcar que la aprobación es un requerimiento importante: no significa que cualquier persona esté obligada a tocar o ser tocada, ni mucho menos que deba ser presionada a hacerlo. El consentimiento, en definitiva, es clave a la hora de conectar de forma táctil.