¿Por qué algunas personas parecen adaptarse con facilidad a situaciones difíciles, mientras otras se ven profundamente afectadas?

Durante mucho tiempo, la ciencia explicó estas diferencias a través del modelo de vulnerabilidad o de riesgo dual. Según esta perspectiva, algunas personas presentan características internas que las hacen desproporcionadamente vulnerables a los riesgos del ambiente. Por ejemplo, niños con temperamentos difíciles, alta reactividad emocional o ciertas variantes genéticas serían más propensos a desarrollar problemas emocionales o conductuales cuando se enfrentan a contextos adversos.

Sin embargo, investigaciones complementarias muestran que esta visión resulta incompleta. Muchas de estas personas consideradas “vulnerables” a estresores ambientales también demuestran una mayor “susceptibilidad” cuando crecen en ambientes enriquecedores. En otras palabras, tendrían una sensibilidad general al contexto, sean estos adversos o de apoyo. Así nace una perspectiva más amplia: el modelo de la susceptibilidad diferencial.

Orquídeas y Dientes de León: una nueva forma de entender la sensibilidad

El modelo de susceptibilidad diferencial propone una metáfora ilustrativa para comprender mejor estas diferencias individuales. Algunas personas serían como orquídeas: altamente sensibles y profundamente influenciadas por su entorno. En ambientes adversos, tienden a verse más afectadas. Sin embargo, cuando crecen en entornos seguros, sensibles y enriquecedores, tienen un potencial extraordinario para florecer. Estos individuos son más susceptibles al ambiente, ya sea para bien o para mal.

En contraste, otras personas se asemejan a los dientes de león: muestran una notable resistencia frente a la adversidad, logrando sobreponerse más fácilmente a condiciones difíciles. Su desarrollo tiende a mantenerse más estable, con mayor independencia a la calidad del entorno.

Desde esta perspectiva, los investigadores han identificado tres marcadores principales de susceptibilidad. El primero son ciertos factores genéticos, como variantes en los sistemas dopaminérgico y serotoninérgico. Por ejemplo, el alelo DRD4-7R se ha vinculado a una mayor sensibilidad a las influencias ambientales, ya sean negativas o positivas (Bakermans-Kranenburg y van IJzendoorn, 2015). El segundo marcador corresponde a una mayor reactividad fisiológica al estrés, lo que sugiere una sensibilidad biológica tanto a contextos amenazantes como protectores (Boyce y Ellis, 2005). Por último, ciertos rasgos temperamentales (Slagt et al., 2016) y de personalidad, como el temperamento difícil o la sensibilidad al procesamiento sensorial, incrementan la capacidad de captar matices sutiles del entorno. Esta sensibilidad no solo amplifica las respuestas ante experiencias adversas, sino que también potencia los efectos de contextos enriquecedores.

Susceptibilidad al contexto como oportunidad

La teoría de la susceptibilidad diferencial complementa el modelo tradicional de riesgo dual y amplía nuestra comprensión sobre la sensibilidad humana. Desde esta perspectiva, ser sensible no implica debilidad. Individuos que parecen más afectados por contextos difíciles podrían, en realidad, ser más receptivos al ambiente en general. Esto implica que también pueden beneficiarse más cuando crecen en entornos sensibles y promotores del bienestar.

Además, este enfoque ofrece un marco prometedor para la prevención y el tratamiento en salud mental. Aunque se requiere mayor investigación, identificar tempranamente a quienes muestran una sensibilidad elevada podría facilitar el diseño de contextos protectores que potencien su desarrollo. Reconocer esta diversidad en la respuesta al entorno permitiría avanzar hacia intervenciones más ajustadas, inclusivas y eficaces (Assary et al., 2023).

Referencias bibliográficas:

Assary, E., Krebs, G., & Eley, T. C. (2023). Practitioner Review: Differential susceptibility theory: Might it help in understanding and treating mental health problems in youth? Journal of Child Psychology and Psychiatry, 64(8), 1104-1114. https://doi.org/10.1111/jcpp.13801

Bakermans-Kranenburg, M.J., & van IJzendoorn, M.H.(2015). The hidden efficacy of interventions: Gene x environment experiments from a differential susceptibility perspective. In S.T. Fiske (Ed.), Annual Review of psychology, Vol. 66 (pp. 381–409). Palo Alto, CA: Annual Reviews.

Boyce, W.T., & Ellis, B.J. (2005). Biological sensitivity to context: I. An evolutionary–developmental theory of the origins and functions of stress reactivity. Development and Psychopathology, 17, 271–301.

Slagt, M., Dubas, J.S., Deković, M., & van Aken, M.A.G. (2016). Differences in sensitivity to parenting depending on child temperament: A meta-analysis. Psychological Bulletin, 142, 1068–1110