Un movimiento colaborativo busca crear ciudades que prioricen las necesidades y perspectivas de los niños/as y promuevan el aprendizaje lúdico a través del diseño y el desarrollo urbano. 

El aprendizaje no solo es la habilidad o la capacidad para adquirir conocimientos, como conducir o recitar un poema, también es sacar provecho de nuestras experiencias y entornos cotidianos. En este sentido, Zygmunt Bauman, una figura de referencia en la sociología, siempre decía: “Las personas tienden a tejer sus imágenes del mundo con el hilo de la experiencia”. De esta forma, sabemos que el desarrollo de niños y niñas está condicionado, entre otros múltiples factores, por su entorno cotidiano y físico más inmediato, como la vivienda que habitan con su familia, las aulas en que conviven junto a pares, el barrio que recorren y los espacios públicos que visitan periódicamente. 

En Chile, ya en el año 2006, una investigación –llamada “Habitabilidad de niños y niñas: un estudio de uso cotidiano”— señalaba que los niños viven en espacios pensados por y para adultos, sin incluir en ellos criterios de adecuación a las necesidades y características de la niñez. Por otra parte, este documento subraya que las plazas y los lugares de recreación juegan un papel muy importante, así como los espacios propios dentro del hogar (Puga, y otros, 2006).

Frente a este desafío: ¿Cómo podemos reinventar las experiencias cotidianas como oportunidades de aprendizaje lúdicas? ¿cómo logramos cambiar el día a día para hacerlo más extraordinario? Estas fueron las dos reflexiones que dieron inicio a Playful Learning Landscapes (PLL) –la Red de Acción de Paisajes de Aprendizaje Lúdico—, que se encuentra en la intersección del movimiento de ciudades globales y el movimiento para optimizar la educación temprana. Esta iniciativa comenzó en el laboratorio infantil de la Universidad de Temple en Filadelfia, y hoy gracias a la articulación de organizaciones de la sociedad civil, gobiernos locales y empresas privadas, están realizando proyectos en diversos rincones del mundo. 

Sabemos que el juego no es solo interacción física,  es una parte integral de las actividades del día a día. Desde esta razón,  PLL nace con el fin de transformar los lugares cotidianos en oportunidades de aprendizaje divertidos y atractivos que extienden la educación al ámbito público. De esta forma, para esta iniciativa un supermercado o un parque puede ser una oportunidad para generar un lugar dinámico que fomente el aprendizaje y la interacción de los cuidadores, reúna a las personas y genere un sentido de identidad comunitaria y orgullo. Por ejemplo, una lavandería de barrio se puede transformar en una vibrante exploración de aprendizaje matemático lúdico de pared a pared. 

En otro sentido, esta red también busca acortar la brecha de las desigualdades de aprendizaje que existen fuera del aula. Porque dichos entornos pueden ayudar a los niños y niñas a aprender en una variedad de áreas de contenido, desde aprender nuevas palabras (Han et al., 2010; Zosh et al., 2013), recordar historias (Hudson & Nelson,1983) hasta explorar relaciones causales (Bonawitz et al., 2011). De este modo, los ambientes de aprendizaje con estas características apoyan el crecimiento social y lingüístico (Berk, 2006; Howes et al., 1992), la flexibilidad cognitiva (Isen, 2001; Isen et al., 1987) y el pensamiento integrador (Kahn & Birch,1968), todos de los cuales son importantes para el desarrollo de las habilidades de alfabetización, incluidas la lectura y la escritura.

A nivel regional, en Brasil se lanzó el proyecto “Comunidades amigables con el juego”, que tiene como objetivo apoyar a los padres, cuidadores, niños y niñas en comunidades vulnerables mediante la creación de espacios públicos que fomentan el aprendizaje a través del juego. La primera transformación de este programa está ubicada en un espacio público en desuso en la favela Paraisópolis de São Paulo, una muestra de la importancia de expandir el acceso equitativo al aprendizaje lúdico.

Construyendo en comunidades

La participación ciudadana está en el corazón de estos espacios públicos pensados por y para los niños y adultos. Es decir, en vez de instalar estructuras prefabricadas, los líderes de la iniciativa PLL transforman los espacios comunitarios a través del diseño comunitario intergeneracional, utilizando métodos de investigación participativa basada en la comunidad (Collins et al., 2018).  Está comprobado que cuando las intervenciones integran la ciencia del aprendizaje y son culturalmente competentes (Chen et al., 1998), pueden generar interacciones significativas y de alta calidad. 

Repensar la ciudad

La actual pandemia del Coronavirus ha provocado ya, y seguirá provocando, una nueva conciencia sobre la ciudad. De forma tal que, en un mundo con un crecimiento urbano sostenido, existe la oportunidad de reinventar las ciudades como centros de aprendizaje que infunden los principios de las ciencias del aprendizaje en la planificación y las políticas urbanas.

Por otra parte, hoy tenemos el desafío y la responsabilidad de ver a los niños, niñas y jóvenes como ciudadanos activos, poseedores de derechos y deberes en el espacio que habitan y comparten con su familia y pares. 

Finalmente, la misión de mejorar los resultados del aprendizaje de los niños/as (y adultos), el generar vínculos familiares y comunitarios, la renovación urbana y otros desafíos sociales complejos y urgentes, requieren de esfuerzos colaborativos con miras a corto y a largo plazo. Dicho de otra manera, solo con esfuerzos articulados podemos administrar una dosis lo suficientemente grande de actividades de aprendizaje lúdicas basadas en la comunidad para ayudar a todos los niños –los cuidados globales del mañana- en su formación y bienestar.