Los jóvenes buscan nuevas experiencias producto del resultado de la competencia entre dos sistemas cerebrales. No obstante, ¿cómo podemos convertir estos riesgos en oportunidades? Un reciente estudio propone aprovechar este ímpetu frente a los cambios para generar consecuencias positivas en el desarrollo juvenil. 

Los adolescentes toman riesgos. En esta etapa de la vida, experimentar conductas de peligro es algo recurrente, a pesar de lo preocupante que esto puede ser para los padres, madres y adultos responsables. Durante esta época, las y los jóvenes necesitan explorar sus propios límites y entender sus destrezas, también de poner a prueba las reglas impuestas externamente y encontrar su propio camino como seres humanos. 

Pero, ¿por qué los adolescentes buscan emociones, romper las reglas y parecen indiferentes a su propia seguridad? Es un cuestionamiento que los científicos estudiosos del cerebro han intentado descifrar en los últimos años. 

Según Dr. Laurence Steinberg, especialista en el desarrollo psicológico de los adolescentes, apunta que la mayor toma de riesgo en esta etapa de la vida es producto del resultado de la competencia entre dos sistemas cerebrales muy distintos:  las redes socioemocionales y de control cognitivo; que maduran durante la juventud, pero a lo largo de etapas muy diferentes. 

Por un lado, el sistema socioemocional –que procesa la información social y emocional— se vuelve muy activo durante la pubertad, lo que genera que los adolescentes se exciten más fácilmente y experimenten emociones más intensas y se vuelvan más sensibles a la influencia social.  Por el contrario, señala Steinberg, el sistema de control cognitivo es la parte del cerebro que reglamenta el comportamiento y toma las decisiones finales, pero aún está madurando durante la adolescencia y, al menos, hasta los 20 años. 

Tener compañía fomenta la toma de riesgos

Asimismo, Dr. Steinberg mediante un estudio descubrió que cuando los adolescentes están ante la presencia de sus amigos y amigas, el sistema de recompensas se activa aún más, por ende, son más propensos a correr riesgos. ¿A qué se debe esta situación? Cuando la red socioemocional no está muy activa, por ejemplo, si el adolescente está solo, su red de control cognitivo es lo competentemente fuerte como para asignar una intervención regulatoria sobre el comportamiento arrebatado y exaltado, inclusive en la adolescencia temprana.

No obstante, en compañía de pares o en contextos en las que las emociones son intensas, la red socioemocional se activa lo suficiente como para reducir la actividad reguladora de la red de control cognitivo. “La presencia de compañeros y compañeras aumenta sustancialmente la toma de riesgos entre los adolescentes”, señala Steinberg en su artículo, “En uno de los estudios de nuestro laboratorio, por ejemplo, la presencia de compañeros duplicó con creces la cantidad de riesgos que los adolescentes asumieron en un juego de conducción en video. En la adolescencia, entonces, no solo es más alegre, sino también más arriesgada”.

Tomar riesgos positivos en la adolescencia

No todo se trata de riesgos y consecuencias negativas. En esta misma línea, un reciente estudio liderado por la Dra. Natasha Duell de la Universidad de Carolina del Norte, pone sobre la mesa que las y los adolescentes que toman riesgos positivos –como ser parte de un voluntariado, comenzar una nueva amistad o inscribirse en un curso desafiante— son más propensos a estás más comprometidos en el establecimiento educacional y menos expuestos a actuar impetuosamente, en relación con aquellos que asumen riesgos negativos como beber alcohol o robar.

En esta investigación participaron 223 adolescentes de 16 a 20 años. Las y los científicos les pidieron que calificaran en este último medio año la frecuencia con la que asumían riesgos positivos o negativos, como unirse a un nuevo club o actividad cuando no estaban seguros de que les gustaría, tomar una clase de una materia de la que no sabían nada, beber alcohol, fumar cigarrillos o mirar su teléfono mientras conducían. También, los jóvenes ejecutaron otras pruebas de conductas de riesgo, respondieron a cuestionarios diseñados para evaluar sus tendencias de búsqueda de sensaciones, impulsividad, determinación y participación en la escuela.

Como resultados, las y los adolescentes que lograron una puntuación alta al asumir riesgos positivos y negativos obtuvieron una puntuación alta en la búsqueda de sensaciones. No obstante, los que asumieron riesgos negativos fueron más impulsivos. Por otro lado, los que tomaron riesgos positivos también se sintieron más conectados a su escuela, en comparación con los que asumieron riesgos negativos. Como parte importante de la conclusión de esta iniciativa científica,  es que los resultados permiten conocer los métodos de toma de decisiones de ambos grupos y que sería útil para desarrollar intervenciones que animen la adopción de riesgos positivos. “Una medida a corto plazo, es que los colegios podrían proporcionar oportunidades para que los estudiantes asuman riesgos positivos, a través de actividades extracurriculares como deportes, teatro, periodismo estudiantil y gobierno estudiantil”, dijo la Dra. Duell. Pese a que todas estas ofertas pueden presentar el riesgo de un posible fracaso, ofrecen la oportunidad de desarrollar habilidades, como el trabajo en equipo y el establecimiento de objetivos, y fomentar las interacciones con los compañeros y compañeras.

Convertir los riesgos en oportunidades 

Cuanto más se le dé lección a un adolescente a practicar la responsabilidad evaluativa –-evaluar identificando y asumiendo lo que salió bien— y la responsabilidad predictiva – anticipar posibles desafíos y complejidades que puedan ocurrir—, más seguros pueden volverse los riesgos normales y la búsqueda de sensaciones.

Finalmente, la comunicación y la supervisión, por parte de los adultos responsables, son fundamentales para la prevención de riesgos negativos. Porque a través del intercambio de ideas llega la comprensión y el cariño más fácilmente y, por otro lado, es importante demostrar interés por sus amigos y actividades. De esta forma, se podrá detectar situaciones de riesgo que los jóvenes que, por su poca experiencia, pueden no captar.

Si bien está comprobado científicamente que los adolescentes necesitan experimentar nuevas experiencias, nuevas emociones y nuevas adecuaciones, está en nosotros –las y los profesionales del área de la salud mental— seguir descifrando la mente humana para aportar inéditas perspectivas con el fin de encausar la energía vital del adolescente en momentos enriquecedores para su desarrollo.  

Referencias: 

• Duell, N and Steinberg, L. Differential correlates of positive and negative risk taking in adolescence. Journal of Youth and Adolescence. 2020.