Cuando la emoción reordena la memoria
Cómo los eventos negativos transforman la trama de nuestros recuerdos
Las emociones intensas dejan huellas profundas en la memoria. Basta con pensar en un accidente, una discusión fuerte o una noticia impactante: recordamos detalles con gran nitidez. Pero, ¿qué ocurre con la secuencia y la organización de esos recuerdos? Un estudio reciente de la Universidad de California (McClay, Rouhani & Clewett, 2025) muestra que los eventos emocionales negativos no solo fortalecen ciertos recuerdos, sino que también modifican la forma en que se organiza el tiempo en la memoria.
En la investigación, los participantes estudiaron listas de palabras entre las que aparecían “oddballs”: términos neutros o negativos destacados visualmente. Los resultados mostraron que, mientras los oddballs neutros facilitaban recordar el orden de palabras relacionadas (gracias a un efecto de andamiaje semántico), los oddballs emocionales negativos interrumpían ese beneficio. Dicho de otro modo: lo inesperado, cuando es emocionalmente cargado, puede fragmentar la coherencia temporal del recuerdo.
A las 24 horas, los eventos negativos mostraron un patrón diferente: favorecían el recuerdo de elementos aislados —fuesen o no relacionados semánticamente—, aunque debilitaban la integración de esos detalles en una narrativa más amplia. Lo negativo actúa, así, como un foco que ilumina piezas sueltas de la experiencia, pero a costa de dificultar su ensamblaje en una historia completa.
Este patrón tiene implicancias clínicas. Trastornos como el estrés postraumático se caracterizan por recuerdos muy vívidos pero descontextualizados, que irrumpen sin orden en la conciencia. El estudio sugiere que esto puede explicarse porque la emoción negativa desplaza el “andamiaje semántico” que normalmente ayuda a mantener unidos los recuerdos en el tiempo.
Desde la perspectiva de la psicoterapia, estos hallazgos nos invitan a pensar la intervención como un espacio donde la tarea no es borrar recuerdos intensos ni combatir la fragmentación, sino facilitar su integración en una narrativa coherente. El trabajo clínico puede ofrecer recursos para que la persona explore la secuencia de los eventos, resignifique lo ocurrido y reconstituya la continuidad de su historia personal. De esta forma, la memoria deja de ser un conjunto de escenas intrusivas y se transforma en una experiencia integrada que permite proyectar el futuro con mayor seguridad.
Comprender cómo las emociones negativas reordenan nuestra memoria nos permite acompañar mejor la integración de experiencias difíciles. No se trata de impedir la fragmentación, sino de reconocerla como parte del proceso y trabajar en psicoterapia para que se convierta en una fuente de sentido y bienestar.