3 ideas clave:

  • La culpa, lejos de ser solo una emoción negativa, puede transformarse en un motor de solidaridad.
  • Cuando conocemos claramente las consecuencias de nuestros actos (o de no actuar), la disposición a ayudar aumenta.
  • Este efecto se comprobó en casi 8 mil personas de 20 países, lo que muestra que se trata de un fenómeno universal.

Introducción

¿Por qué algunas personas deciden ayudar más que otras? Un estudio publicado el 11 de agosto de 2025 en Nature Human Behaviour plantea que la respuesta está en la combinación de dos factores: la tendencia individual a sentir culpa y la claridad sobre las consecuencias de nuestras acciones. Con una muestra de 7.978 participantes de 20 países, la investigación muestra que la culpa, bien encauzada, puede convertirse en una fuerza adaptativa que impulsa conductas prosociales como donar tiempo o dinero en favor de los demás.

Lo que se descubrió

El hallazgo más llamativo es que la culpa actúa como un resorte emocional que empuja a las personas hacia la cooperación. Quienes son más sensibles a experimentar esta emoción mostraron una mayor disposición a ayudar cuando se les informó claramente qué impacto tendría su decisión sobre terceros. La transparencia fue clave: al detallar las consecuencias de no colaborar, la diferencia entre quienes tienden a sentir culpa y quienes no lo hacen se amplificó notablemente.

El efecto se observó en contextos culturales muy distintos —desde países con tradiciones colectivistas hasta sociedades más individualistas—, lo que sugiere que este vínculo entre culpa y solidaridad es un fenómeno universal. Además, al tratarse de un estudio con hipótesis y protocolos pre-registrados, los resultados cuentan con un alto estándar de rigor científico.

Por qué importa

Este trabajo recuerda que las emociones negativas no son necesariamente dañinas. En este caso, la culpa puede funcionar como un mecanismo adaptativo que transforma el malestar en acción solidaria. Cuando entendemos lo que está en juego si no actuamos, la incomodidad emocional nos empuja a asumir responsabilidad.

Las implicancias son claras: en campañas de sensibilización, en lugar de apelar solo a la empatía o a la generosidad abstracta, puede ser más efectivo mostrar con transparencia qué ocurre si no se colabora. Una ONG que explica cuántas familias quedan sin agua potable si no se alcanzan las metas, o una campaña de salud que detalla las consecuencias de no vacunarse, activan esa culpa constructiva que se convierte en cooperación.

Qué implicancias tiene

El estudio abre un abanico de aplicaciones prácticas. Los gobiernos y las organizaciones sociales pueden aprovechar estos hallazgos para diseñar mensajes que equilibren la claridad informativa con la apelación emocional, evitando la sobrecarga de culpa que podría ser paralizante. En lugar de castigar emocionalmente, se trata de invitar a quienes son más sensibles a esta emoción a ponerla al servicio de causas colectivas.

También resalta la necesidad de investigar cómo influyen factores culturales o situacionales en la intensidad de este mecanismo. Aunque el efecto fue consistente en 20 países, tradiciones, sistemas de valores o niveles de confianza social podrían modular la forma en que la culpa impulsa la cooperación.

Entonces!!, este estudio demuestra que no basta con confiar en la generosidad espontánea ni en los incentivos externos: cuando sabemos lo que ocurre si no actuamos, la culpa se convierte en un puente entre el malestar individual y la acción solidaria. Y esa capacidad de transformar una emoción incómoda en cooperación quizá sea una de las claves más poderosas para enfrentar los desafíos colectivos de nuestro tiempo.

 

Referencias

Wilfully ignoring inconvenient information decreases prosociality across diverse cultures.Nat Hum Behav (2025). https://doi.org/10.1038/s41562-025-02287-2