Este 25 de octubre nuestro país vivirá un hito de tremenda importancia en su vida republicana. Como resultado de la masiva protesta ciudadana que se inició el 18 de octubre del 2019, la mayoría de los partidos políticos con representación parlamentaria suscribieron el 15 de noviembre un acuerdo para habilitar un proceso constituyente, cuya primera etapa se llevará a cabo el domingo a través de un Plebiscito Constitucional, donde tendremos la oportunidad de decidir si queremos o no una nueva Constitución Política para nuestro país y a través de qué mecanismo se va a redactar. 

El plebiscito es un mecanismo de participación ciudadana propio de los regímenes democráticos (aunque en algunos casos puede ejercerse en regímenes no democráticos) y que funciona como instrumento de consulta directa a los votantes sobre algún asunto de excepcional importancia en la vida colectiva. 

Siendo los grupos más jóvenes, estudiantes secundarios y universitarios, los que prendieron la mecha del estallido social que generó esta instancia, resulta interesante preguntarse si este mismo grupo, que ha participado activamente en la protesta ciudadana, se hará parte de una instancia política convencional como una votación en un plebiscito, considerando la baja participación de los jóvenes en instancias anteriores de esta naturaleza. 

Esta disminución de la participación de los jóvenes en las actividades políticas convencionales, ha impulsado el interés por comprender cómo surge y evoluciona con el tiempo el compromiso cívico de éstos, así como identificar cuándo comienza el interés en la participación cívica y política, y si las preferencias por diferentes tipos de participación cívica, más allá de las instancias de participación política formales, ya son evidentes en la adolescencia temprana.

Un estudio titulado Patrones de compromiso cívico y político en la adolescencia temprana (Martínez et al.  2019) analizó la participación en organizaciones cívicas en Chile de 5.192 adolescentes matriculados en octavo grado, en un país que ha visto un aumento en la participación política no convencional de los jóvenes desde la restauración de la democracia a principios de la década de 1990. El análisis se centró en dos contextos esenciales que promueven participación: familia y escuela. Notablemente, el factor más relevante para involucrar a los estudiantes jóvenes en experiencias de participación de calidad fue la escuela.

En su estudio, los autores señalan que independientemente del nivel socioeconómico, la escuela surge como un contexto clave para involucrar a los estudiantes jóvenes en experiencias de participación de calidad (por ejemplo, radio o periódico escolar, consejo de estudiantes) a través de las cuales pueden percibir que su voz importa, tener un sentido de influencia al participar en las decisiones que les son relevantes. 

En esta línea, la participación de los estudiantes en la toma de decisiones y el sentido de influencia en la escuela pueden ser experiencias en sintonía con las necesidades personales de autonomía de los jóvenes y auto-dirección, y tanto la frecuencia como la calidad (sentido) del involucramiento en las actividades escolares pueden proporcionar un contexto para que los ciudadanos jóvenes desarrollen la capacidad de acción y la eficacia política.

De esta manera, resulta fundamental documentar los antecedentes de desarrollo de los patrones tempranos de participación cívica para avanzar en la comprensión sobre si las actitudes y los compromisos pueden continuar o cambiar al final de la adolescencia y la edad adulta, y de qué manera. 

El porcentaje de participación de jóvenes en el plebiscito de este domingo seguramente arrojará nuevas luces sobre este tema.