El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), se caracteriza por deficiencias cognitivas y problemas de comportamiento, es uno de los trastornos mentales más frecuentemente diagnosticados en niño/as.

Es un trastorno que afecta más a hombres que mujeres. Según un reciente meta-análisis, tiene una prevalencia estimada del 7,2% en los niños, con una proporción estimada entre hombres y mujeres entre 3:1 hasta 9:1 según algunas investigaciones.

Aunque para algunos existe consenso acerca de la existencia de este trastorno, por otro lado hay una nutrida literatura científica que no está de acuerdo con el estado de situación actual, generándose una importante controversia científica y clínica en torno al TDAH.

Algunos autores cuestionan la existencia misma del déficit atencional. Por ejemplo, el Dr. Richard Saul un neurólogo de Chicago, escribió un libro llamado “El TDAH no existe”, publicado por la editorial HarperCollins. En su texto señala -con razón- que no se ha aislado ninguna causa biológica para el TDAH, a pesar de décadas de investigación, y que los medicamentos estimulantes para niños tienen múltiples desventajas y que en general se prescriben en exceso. Saul indica en el libro:

“Conozco a demasiados colegas que están dispuestos a prescribir una receta para un estimulante con sólo un examen superficial del paciente, con un ckeck list -de dos minutos- para el TDAH”.

Tampoco ayuda a la credibilidad y validación del déficit que el mismo creador del diagnóstico -Leon Eisenberg- haya manifestado antes de su muerte que el déficit atencional es una “enfermedad ficticia”.

Lo que parece menos controvertido, es el sobre-diagnóstico que existe en niños alrededor del mundo. Las prevalencias reportadas indican hasta un 33% de niños afectados, cuando sus niveles no debieran sobrepasar el 5%. De esta manera, se sabe que muchos niños están siendo diagnosticado con un desorden metal por razones muy diferentes, lo que a su vez resulta muy alarmante.

Una razón para esto podría ser el estereotipo de género: Los niños tienden a ser más diagnosticados con TDAH, porque sus conductas suelen ser evaluadas más negativamente por el entorno, que las conductas de las niñas. De hecho, en un estudio reciente se demostró que cuando se entregaba información sesgada acerca de la prevalencia de déficit atencional, las personas que realizaban diagnósticos neuropsicológicos tendían a sobre-diagnosticar a niños al evaluar sesgadamente sus conductas como “desviadas”. Parent y Johnston (2009) sostienen que “el hecho de que los síntomas sean dimensionales crea una zona de ambigüedad y ayuda a explicar los desacuerdos sobre el diagnóstico”.

El Dr. Jaime Silva, director del  Instituto deBienestar Socioemocional IBEM – UDD  comenta:

“Lo que llamamos TDAH muchas veces representa el fracaso de un sistema escolar uniformizante, incapaz de adaptarse a las necesidad emocionales y a las diferentes formas en que el comportamiento humano se manifiesta. A veces etiquetamos de problema de salud mental a un problema de acoplamiento entre las características de un niño y las exigencias inflexibles de su entorno. Es un problema que debe seguir investigándose y analizándose”

En definitiva, el diagnostico de TDAH debe considerarse con cautela y mucha mesura. La ciencia no tiene clara su real naturaleza ni la necesidad del tratamiento farmacológico, y no avala en ningún caso el sobre-diagnóstico de la actualidad.