Hijos de la tristeza: cómo la depresión parental moldea la sensibilidad emocional adolescente

Un nuevo estudio muestra que los hijos de padres con depresión no viven más estrés que otros, pero sí lo sienten con mayor intensidad.


¿Qué significa crecer en un hogar donde la tristeza fue una presencia constante, aunque no siempre visible? Un estudio reciente publicado en Journal of Affective Disorders (Lawhead et al., 2025) analizó cómo los adolescentes sin antecedentes personales de depresión, pero con padres que sí la padecieron, experimentan sus emociones cotidianas.

Durante dos semanas, casi 300 jóvenes de 18 años participaron en un seguimiento continuo de su vida diaria. A través de registros en tiempo real, informaban sus estados de ánimo, interacciones sociales y experiencias estresantes. Los resultados fueron reveladores: los hijos de padres con depresión no mostraron más conflictos, tensiones o variaciones emocionales que los demás. Sin embargo, su malestar aumentaba con más intensidad ante situaciones negativas, especialmente frente a interacciones sociales desagradables o momentos de presión.

Esto sugiere que no viven necesariamente en entornos más adversos, sino que su sistema emocional responde con mayor sensibilidad a los desafíos cotidianos. Es un patrón de reactividad afectiva que podría funcionar como un indicador temprano de vulnerabilidad emocional.

Esta diferencia no puede explicarse solo por la genética. Crecer cerca de un adulto que ha atravesado episodios depresivos implica convivir con un clima afectivo donde el malestar, el silencio o la preocupación se vuelven parte de la rutina emocional. En esos contextos, los niños aprenden a leer el estado de ánimo de los demás como una forma de adaptación: anticipan cambios, identifican señales sutiles de tristeza o tensión, y desarrollan una capacidad aumentada para registrar lo que ocurre a su alrededor.

Comprender esta sensibilidad no implica considerarla un problema, sino reconocer que requiere entornos protectores, adultos disponibles y modelos de regulación emocional saludables. Los autores del estudio advierten que este tipo de sensibilidad puede convertirse en un factor de riesgo si se combina con relaciones frías o críticas, pero también puede transformarse en una fortaleza si se acompaña con apoyo, comunicación y validación.

El hallazgo principal es claro: la historia emocional de los padres sigue actuando en la vida de los hijos, no solo a través de la genética, sino de los modos en que se aprende a percibir, expresar y manejar las emociones. Identificar y acompañar esas huellas tempranas puede marcar la diferencia entre una trayectoria de sufrimiento o una de resiliencia.