Hay una idea generalizada de que las separaciones de los padres traumatizan a los hijos, pero no es cierto, no es el divorcio lo que más afecta el bienestar, sino es el nivel de conflicto anterior en la vida marital, el cómo se gestiona y el tipo de sentido que se le otorga a esta nueva etapa familiar. 

Aunque la vida en familia sigue siendo uno de los motores y valores principales de la sociedad de hoy, el aumento de la tasa de divorcio es uno de los cambios importantes de las últimas décadas. Según el informe del Instituto Nacional de Estadísticas, en 2019 ingresaron a los tribunales 61.425 causas judiciales por divorcio. Asimismo, estudios de los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) , subrayan que 1 de cada 5 matrimonios en Chile dura menos de 10 años.

“No me separo por mis hijos”, es un comentario típico que seguro hemos escuchado en alguna conversación. Sin embargo,  la calidad del entorno familiar es crucial para el desarrollo saludable de los miembros. Por lo tanto, si existe un ambiente tenso en el hogar producto de los conflictos de los padres, podría generar un impacto negativo en la salud de los integrantes de la familia a lo largo del curso de la vida (Umberson, Williams, Thomas, Liu & Thomeer, 2014). 

Como hemos señalado en reportajes anteriores, el estrés es uno de los factores que disminuye la calidad de comunicaciones entre parejas (Markman,  Rhoades, Stanley, Ragan, & Whitton, 2010), así como entre padres e hijos/as (Riggio & Valenzuela, 2011).  Estas relaciones a menudo ocurren en un ciclo: cuando los padres descuidan las necesidades de sus hijos durante los períodos de relaciones maritales negativas, podría resultar en un comportamiento problemático en los niños/as, lo que a su vez afecta negativamente la relación de los padres (Amato & Booth, 1996; Kalmijn, 2016). 

No cabe duda que el divorcio de una pareja es un cambio importante en la estructura familiar. Desde esta razón, es muy probable que los niños y niñas que experimentan el divorcio tengan problemas sociales, educacionales, emocionales y conductuales, no obstante, sus efectos son diferentes según las personas y los contextos. Lamentablemente, son pocos los estudios que utilizan múltiples perspectivas para explorar los mecanismos que subyacen al divorcio y los diferentes resultados para los niños y niñas de diversos contextos. 

Ejemplo de ello, es que algunos investigadores argumentan que los adultos jóvenes con padres divorciados pueden tener bajos niveles de ansiedad en sus relaciones personales, ya que han manejado una relación negativa en el pasado y han desarrollado resiliencia después del divorcio de sus padres  (Amato & Hohmann Marriott, 2007). Por otro lado, hay otros estudios que argumentan que el impacto educativo del divorcio parece alcanzar su punto máximo durante el conflicto previo al divorcio, pero podría disminuir con los años (Clarke-Stewart, Vandell, McCartney, Owen & Booth, 2000). Así lo confirman los profesores que participaron de un estudio, quienes señalaron que presenciaron en los niños comportamientos externalizados e internalizados en la escuela durante el cuarto y quinto grado, pero no en el sexto grado (Wood, Repetti & Roesch, 2004). 

Por otro lado,  los niños y niñas cuyos padres se divorcian tienden a tener peores resultados educativos que los niños cuyos padres siguen casados. Sin embargo, no todos los niños responden de la misma manera al divorcio de sus padres. Así lo confirma un estudio que se enfocó en cómo el impacto del divorcio de los padres en la educación de los niños varía según la probabilidad o improbabilidad del divorcio para esos padres (Brand et al.,2018). 

El grupo de investigadores descubrió que el divorcio de los padres reduce el nivel educativo de los niños que tienen una baja probabilidad de que sus padres se divorcien. Porque para estos niños/as, el divorcio es un golpe inesperado para una infancia privilegiada. Sin embargo, no encontraron ningún impacto del divorcio de los padres en la educación de los niños que tienen una alta probabilidad de divorciarse, porque pueden anticipar o acomodarse a la disolución del matrimonio. 

Hasta el día de hoy, está muy posicionada la idea de que si los padres se separan eso va a provocar efectos negativos el niño o niña tanto a corto como a largo plazo. De igual forma, no podemos silenciar que una crisis puede ser una experiencia muy dañina o traumática para todos los involucrados. Sin embargo, ese depende de cómo se haga y cómo se gestione, porque los efectos negativos no serán provocados por la separación en sí misma, sino por el nivel de conflicto anterior en la vida marital,  el grado de desestabilización que ésta genera y el sentido que se le entrega a esta nueva etapa familiar.