De todas las enfermedades mentales, la depresión es considerada una de las más devastadoras y frecuentes aflicciones que afectan a los seres humanos. El lenguaje cotidiano no nos permite sopesar el dolor asociado a la depresión, ya que usamos esta palabra de manera indiscriminada. Depresión no es sinónimo de tristeza, sino, como dice el investigador Robert Sapolsky, es “un complejo desorden bioquímico, de componentes genéticos, que interactúa con las experiencias tempranas de vida en la que una persona no puede disfrutar un amanecer”. La depresión le quita a la experiencia consciente los aspectos positivos de vivir y da un fuerte realce a los aspectos negativos.

Si bien la depresión tiene múltiples formas de manifestarse, el tipo más común de depresión se caracteriza por la anhedonia: la incapacidad para disfrutar aquellas cosas que comúnmente nos generan placer. Los seres humanos somos capaces de encontrar placer en actividades cotidianas que nos brindan energía para actuar y a las que denominamos como recompensas.  El cerebro humano está equipado con un conjunto de mecanismos que permite predecir, experimentar y buscar estas recompensas; la depresión, precisamente, se relaciona con fallas en estos mecanismos.

La segunda característica más común en la depresión es la predominancia de las emociones negativas en la experiencia subjetiva cotidiana. Generalmente, experimentar emociones negativas se asocia a situaciones en las que nuestro bienestar se ve amenazado, ya sea por amenazas físicas o sociales, pérdidas de vínculos, etc. Pero, ¿Por qué una persona puede experimentar de manera más frecuente emociones negativas? La evidencia demuestra que la actividad del sistema de estrés asociado a la percepción de amenazas se ve alterado en personas con depresión.

Como vemos, los síntomas subjetivos en la depresión tienen un correlato neurobiológico. Estos sistemas tienen un proceso de formación complejo en el que interactúan aspectos genéticos, bioquímicos y neurales que son modulados por las experiencias tempranas para dar como resultado la aparición de la depresión en la adultez.

El origen de la depresión: la perspectiva del desarrollo.

Los sistemas neuronales y hormonales de los seres humanos presentan un tiempo de maduración definido. En la medida de que un organismo madura exhibe una menor plasticidad para su cambio. Esto significa que las experiencias de vida que ocurren en la infancia temprana son críticas para determinar la formación de estos sistemas de estrés y recompensa.

  1. Aspectos hereditarios: las bases genético-temperamentales

Los infantes presentan una carga genética que determina aspectos básicos de su funcionamiento psicobiológico íntimamente asociado al desarrollo de los sistemas de recompensa y estrés. En particular, una predisposición basada en la neurobiología que involucra la reactividad hacia el ambiente y la autorregulación. Esta carga genética y la exposición al ambiente intrauterino determina la manera en que los infantes responden emocionalmente. Así, tenemos niños que presentan una actividad emocional exuberante y otros niños que presentan actividad emocional inhibida.

La evidencia nos indica que el perfil temperamental de inhibición está fuertemente asociado a una mayor susceptibilidad de sufrir depresión en la adultez y presentar una menor reactividad del sistema de recompensa en comparación con el perfil exuberante.

  1. Aspectos vinculares: El rol del apego

Otro aspecto que determina el desarrollo de los sistemas de respuesta del estrés y la recompensa es el vínculo de apego. El apego refiere a la sensación de seguridad que experimenta el infante con relación a su cuidador principal. En la medida en que los infantes se sienten seguros con sus cuidadores, tienen una mejor regulación del sistema de estrés (i. e. apego seguro) y, consecuentemente, mayores oportunidades para buscar recompensas en el ambiente (i. e. exploración).

Este tipo de vínculos condiciona la activación de estos sistemas. El sistema de estrés en particular se gasta en una característica que se define como “uso-y-desgaste” [wear-and-tear]: en la medida de que el sistema de estrés se usa repetidamente, este se gasta y comienza a fallar en su funcionamiento. El desarrollo de un apego seguro en la infancia actúa como un factor protector para la formación de un sistema de estrés bien adaptado.

  1. Aspectos contextuales: la influencia de las experiencias tempranas de estrés

Algunos infantes son expuestos a situaciones más críticas que las cotidianas, tales como abuso (físico, emocional y sexual), negligencia y violencia (e. g. violencia intra-familiar). Este tipo de experiencias pueden ser catalogadas como “estresores de la vida temprana” los cuales se han demostrado afectan el desarrollo de los sistemas de recompensa y estrés. En particular, su funcionamiento falla debido a su uso sostenido y desregulado.

Trayectorias del desarrollo y los endofenotipos

Las experiencias tempranas dan forma a su sistema psicobiológico que hace más susceptible a los individuos experimentar depresión en algún momento de sus vidas. Comúnmente, las personas que sufren de un episodio depresivo pueden volver a experimentarlo en otro momento, dando cuenta de una configuración susceptible a la depresión. Este tipo de configuraciones neurobiológicas se conoce como “endofenotipos”, es decir, configuraciones estructurales que no se expresan de manera evidente en la apariencia pero que son medibles de manera directa.

Estos endofenotipos son formados a partir de una combinación de la genética, nuestros vínculos y las experiencias tempranas. Si bien cada uno de los aspectos descritos (temperamento, apego, experiencias de estrés temprana) interactúan entre ellos, aun se requieren esfuerzos importantes para su integración en estudios de largo plazo que nos permitan definir de una mejor manera cómo las trayectorias de vida resultan en estos endofenotipos.

Sabiendo esto, podemos entender que ciertas personas, dadas sus trayectorias de vida, son más susceptibles de sufrir depresión durante su vida. Los mismos eventos que una persona con una trayectoria adaptativa de desarrollo puede hacer frente y resolver (e. g. rupturas amorosas, duelos, pérdidas), no pueden ser resueltos por una persona con endofenotipos asociados a la depresión.

Sobreviviendo a la depresión: conócete a ti mismo.

El auto-conocimiento es fundamental para saber en dónde a uno “le aprieta el zapato”. Todas las personas tenemos necesidades y capacidades muy distintas que son una expresión de nuestras trayectorias de vida. Nuestras decisiones en el presente nos pueden ayudar a suplir estas necesidades y a cultivar nuestras capacidades para en un futuro enfrentarnos a los problemas. Los problemas siempre están presentes en la vida, aunque no todas las personas están equipadas de la misma manera para resolverlos; algunas necesitan una red de apoyo más robusta y otras terapias farmacológicas y psicológicas para apalear los efectos de trayectorias desadaptativas. En ambos casos, la prevención es igual de importante para hacer frente a la depresión. En la medida de que la crianza evita las situaciones de estrés intenso y permite cultivar relaciones saludables con los infantes, a estos les legamos un desarrollo adaptativo que les permitirá hacer frente a los embates de la vida futura.

Referencia

Silva, J. R., Medina, F., & Ortiz, M. S. (2021). Psychophysiology and psychoneuroendocrinology of stress and reward in depression. In J. P. Jiménez et al. (Eds). Ethiopathogenic theories and models in depression. Springer International Publishing.

Psic. Franco Medina, Licenciado en Psicología. Universidad de Magallanes, Chile. Candidato a Doctor en Ciencias del Desarrollo y Psicopatología (UDD-Chile)  Áreas de investigación: Relación entre el Reconocimiento de Expresiones Emocionales de Infantes y Sensibilidad Materna. Estrés y depresión, factores psicobiológicos de la sensibilidad al estrés.