Las funciones de la familia como grupo de referencia directo e inicial, en relación al desarrollo infantil, han sido vastamente estudiadas y descritas. Dentro de esas funciones se ha llevado la gran parte del protagonismo el desarrollo cognitivo en cuanto a las formas de estimulación y el desarrollo social en cuanto al rol socializador y de adaptación al entorno mesosistémico.     

Sin embargo, en un lugar algo menos visible se encuentra uno de los temas más relevantes del desarrollo infantil y que paulatinamente ha ido captando el interés de los expertos pero también de la población general. Este es el papel que cumplen los entornos cercanos, las prácticas parentales y el sistema familiar en el desarrollo de la regulación emocional en los niños y niñas.   

Se entiende por Regulación Emocional (RE) la modulación dinámica, continua y adaptativa de los estados internos (cognición y emoción) y del comportamiento (Nigg, 2016). Según Cicchetti (2016), la regulación de las emociones es un proceso adquirido en el desarrollo, que va emergiendo de la diferenciación e integración de sistemas biológicos y psicológicos, y evoluciona de acuerdo a características intrínsecas y de los contextos tempranos de interacción.

Estas definiciones sirven para comprender que el contexto familiar sería clave en el desarrollo de la capacidad autorregulatoria y de la gestión de los estados emocionales. Dentro de este escenario familiar, hay variables que ya han comenzado a estudiarse como la influencia de los sistemas parentales y la relación al interior del sistema fraterno. Una investigación que analizó los distintos estilos parentales y su influencia en el desarrollo y regulación emocional resalta que el estilo equilibrado es generador de conductas adecuadas y adaptativas en el niño o niña ante situaciones de estrés. El mismo estudio destaca que este estilo (descrito como una aproximación supervisada y exigente y al mismo tiempo cercana y empática) como el que más posibilita el nivel de comprensión emocional en los niños y niñas, en cuanto a reconocimiento de estados emocionales propios y ajenos (López, et. al, 2009).

Es un estilo demandante y democrático, donde se potencia la flexibilidad en el manejo de las interacciones, lo que potencia el desarrollo de niveles de interiorización que dan cuenta de la utilidad del proceso regulatorio para el alcance de conductas adaptativas y de ajuste socioemocional (Dennis, 2006). La misma investigación muestra que el estilo equilibrado se relaciona con hijos e hijas que presentan un mejor desempeño en comprensión emocional, y en general a nivel emocional, mientras se observa que los estilos permisivo y autoritario presentan relaciones inversas: a mayor estilo autoritario o permisivo, menor rendimiento en componentes de empatía y desempeño emocional general (López, et. al, 2009).  

Otro estudio encontró que dependiendo del estilo parental, los niños y niñas tienden a desarrollar más unas habilidades emocionales que otras (Ramírez – Lucas, et. al., 2015). Es decir, las características ejercidas en el desempeño parental facilitan la emergencia de algunas competencias socio – emocionales e inhiben otras, lo que indica una relación directa entre ambos factores. El mismo estudio vinculó características individuales de los padres y madres; el estilo parental y las consecuencias en la RE de los hijos/as. Por ejemplo, padres emocionalmente inteligentes se relacionan de forma positiva con un estilo de crianza democrático, y éste a su vez con mayor regulación y percepción emocional;  así como, mejor estado de ánimo y manejo de estrés en niños y niñas (Ramírez – Lucas, et. al., 2015)

Otro estudio reporta una relación inversa estadísticamente significativa entre el involucramiento afectivo familiar (interés genuino, preocupación e implicación de los miembros de la familia en el ámbito de las emociones) y una respuesta afectiva adecuada (habilidad de los familiares para responder con las emociones apropiadas). Esta investigación incluyó la influencia de las relaciones fraternas en la RE, describiendo que existe relación inversa estadísticamente significativa entre afecto entre hermanos y dificultades en regulación emocional (Rodríguez y Bolívar, 2015). Un resultado particularmente interesante debido a lo poco explorado y para el escenario actual, donde muchas veces los niños y niñas pueden transitar entre la casa de sus padres y madres alternando entre distintos contextos y estilos parentales, un sistema que puede entregar estabilidad es el que se configura por las interacciones entre hermanos y si este tiene un funcionamiento adecuado puede promover un mejor desarrollo emocional y una mejor adaptación a los cambios. 

En resumen hoy contamos con evidencia que muestra que las interacciones sistémicas al interior de las familias afectan directamente el desarrollo de la capacidad regulatoria a nivel emocional, teniendo una influencia directa el estilo parental, apareciendo los estilos equilibrados y democráticos como los más positivos y que a mayor calidad de las relaciones fraternas menor dificultades en regulación emocional.