Las parejas con una hija primogénita adolescente tienen un entre un 5% a un 9% más de probabilidad de divorcio que las parejas de su contraparte masculina. En estados unidos estas cifran incluso se duplican.

Estudios científicos desde hace muchos años han indicado que tener hijas aumenta la probabilidad de divorcio en una pareja casada. Investigaciones realizadas en los años ochenta indicaban que cuando el primogénito es una niña, aumenta la probabilidad de que sus padres se separen. En aquellos años se explicó que esta observación se relacionaba con la “preferencia por los hijos varones”, un fenómeno que, en su forma más extrema, se manifiesta en las estadísticas mundiales en el aborto selectivo o el infanticidio de la descendencia femenina.

En un estudio reciente, sin embargo, nueva información salió a la luz, develando aspectos más complejos en esta relación observada hace décadas. En particular, aunque los investigadores hallaron el mismo efecto reportado originalmente, es decir las parejas con hijas tienen mayor probabilidad de separarse, demostraron que esta relación tiene matices. Efectivamente, descubrieron que el riesgo de “divorcio asociado a la hija” sólo aparece en la adolescencia de la primogénita. Antes de los 12 años, las hijas no están más vinculadas a la separación de las parejas que los hijos. “Si los padres fueran realmente más propensos a separarse porque prefieren a los hijos, seguramente no esperarían 13 años para hacerlo” indica el Dr. Jan Kabátek (Universidad de Melbourne), coautor del estudio en conjunto con David Ribar (Universidad de Georgia). Así, el hecho que este efecto tenga que ver con la adolescencia abre la puerta a otros análisis complementarios.

La adolescencia es un periodo de importantes conflictos entre los padres/madres y sus hija/os, marcada por la necesidad de estos de independizarse emocionalmente, y lograr mayores niveles de autonomía e individuación (definir su identidad propia). No es extraño entonces, que la adolescencia resulta en un período de especial importancia (y niveles de estrés) para una familia. En este contexto, el estudio de Kabatek y Rubilar, muestran que en la adolescencia las parejas con una hija primogénita tienen un entre un 5% a un 9% más de probabilidad de divorcio que las parejas de su contraparte masculina. En estados unidos estas cifran incluso se duplican.

Otros datos aportados por este y otros estudios apuntan a la misma dirección. Las parejas con hijas tienen muchos más conflictos y discusiones en torno a la crianza, el tipo de control parental ejercido, el manejo de las relaciones interpersonales (amistades), la vestimenta, etc, que cuando los hijos son hombres. Interesantemente, existe un tipo de parejas que parece inmune a este efecto observado: Cuando el padre creció en una familia con hermanas, el efecto de la hija en la desestabilización de la pareja desaparece. Esta experiencia previa del padre parece protegerlo contra los efectos encontrados en el estudio de Kabátek & Ribar.

Es importante seguir estudiando esta relación que puede ser también consecuencia de factores asociados a la valoración y sesgo social hacia la mujer ejercida en las sociedades occidentales. Los factores culturales y psicológicos deben seguir estudiándose para comprender este y otros fenómenos relevantes para las trayectorias del desarrollo de las personas y sus entornos familiares.