Durante la pandemia, muchos estudiantes compartieron con sus compañeros a través de un computador. Y aunque la crisis sanitaria continúa, este año se espera un retorno a la presencialidad en un 100%, lo que puede llegar a ser un desafío socioemocional para los niños y adultos responsables. 

Durante la crisis sanitaria, una de las preocupaciones más importantes fue la pérdida las experiencias colectivas al interior de las salas de clases para millones de niños, niñas y adolescentes de todo el mundo. Asimismo, el sistema educativo virtual enfrentó enormes problemas, principalmente en las zonas rurales y para las familias que carecían de suficientes recursos en sus hogares, que en el caso de Chile representan una parte importante de la población. Siguiendo en este razonamiento, según los resultados de la Encuesta online autoaplicada “Experiencias educativas en casa de niñas y niños durante la pandemia covid-19”, dirigida a madres, padres y apoderados de estudiantes entre 4 y 18 años, sólo 4 de cada 10 estudiantes recibe clases online todos los días, existiendo en este aspecto una enorme desigualdad socioeconómica relacionada con el tipo de escuela al que se asiste (Bellei, Ponce, Vielma & Contreras; 2020). 

¿Qué dice la ciencia respecto a la salud mental de niños/as en esta época de pandemia? El miedo, aburrimiento, confinamiento prolongado y la imposibilidad de ver amigos y familiares, son factores de riesgo para problemas psicológicos en niños, niñas, y adolescentes, principalmente en dos dimensiones: ansiedad y depresión  (Wang, Zhang, Zhao, y Jiang, 2020). De esta forma, un estudio longitudinal realizado en Quebec, Canadá, muestra que los jóvenes sanos que respaldan una vulnerabilidad socioemocional elevada, según lo evaluado por un puntaje compuesto, informan un mayor estrés postraumático y síntomas de ansiedad, pero no síntomas depresivos en respuesta a la pandemia de COVID-19 (Raymond et al., 2022). 

Precisamente, este retorno a clases 100% presencial representa numerosos desafíos emocionales y psicológicos que alumnos y profesores tendrán que afrontar en los próximos meses, y que les exigirán una permanente capacidad de adaptación.

Por otra parte, desde hace más de 30 años que hemos venido viviendo cambios sociales y políticos que han ido reformulando nuestra forma de relacionarnos y construir comunidad.  Por lo tanto, las madres, padres y cuidadores, son parte de este contexto que exige nuevas obligaciones y tensiones.

En este marco, nos preguntamos: ¿Qué (contra) sentido tiene la vuelta a clases? Es así, como Dr (c). Pablo Vergara , durante el año pasado realizó una consulta a varios cuidadores/as de niños y niñas,  teniendo como resultado más de 45 respuestas que se pueden agrupar en los siguientes tópicos:  

• Frustración. Existió una ilusión de presencialidad que no se logró.

• Conformismo. Hubo una esperanza de liberación de pantallas por parte de los niños/as, tanto como video juegos o fuentes de aprendizaje.

• No productividad. Todo este tiempo predominó una sensación de realizar todo de forma inconclusa. 

• Estructura y desarrollo. Se creyó que la vuelta a clases presencial iba a entregar orden y rutina.

• Rescate. Hubo una ilusión de recuperar el espacio social.  

• Sentido no sentido. Es decir, todo este contexto generó cuestionamientos como: ¿Por qué las clases son tan largas? ¿Qué contenidos les están entregando? ¿Necesitamos más educación emocional? 

• Reconversión. Todo este tiempo generó una sensación y ganas de reestructurar su forma de trabajar.

• Esperanza y aprendizaje. Cobró sentido el pedir ayuda a la red próxima. 

Hoy estamos en una situación de crisis global, por lo tanto,  todos y todas enfrentamos un escenario que es desconocido. De todos modos, es importante destacar el vaso medio lleno: “si bien los sentidos y contra sentidos analizados están en su mayoría ligados a la frustración y el agobio”, dice Dr (c). Pablo Vergara, “hay otros que están vinculados con la generatividad, asumir la adversidad como un desafío y oportunidad de crecimiento personal y familiar”.

Para Dra. Soledad Coo, investigadora de Centro de Apego y Regulación Emocional (CARE) de la Universidad del Desarrollo y nueva directora adjunta de SCDE, el contexto actual nos invita a fortalecer la resiliencia a partir de las relaciones interpersonales. 

Frente a esto, “La resiliencia se trata de encontrar un equilibrio en aquellas experiencias que estresan y aquellos momentos que nos recargan de energía y nutren”, dice Dra. Soledad, “entonces, en vez de generar resistencia frente a estas situaciones espantosas que nos están pasando, tratemos de mantener en mente la necesidad de nivelar ambos tipos de experiencias”. 

Además, señala que, para lograr resiliencia en los contextos cotidianos de los niños y niñas, es necesario que los adultos a cargo no dejen de lado su propio cuidado. En otras palabras, es necesario priorizar el bienestar emocional tanto de los padres y profesores como de los niños, porque esto, contribuye a enfrentar de manera más positiva los eventos estresantes propios de las circunstancias actuales.

Es importante recordar que el principal contexto de desarrollo de los niños en edad escolar es el hogar. “Lo que lleva a que ellos/as estén más expuestos para bien o para mal”, dice Dra. Rosario, de Universidad de Talca, “porque si tenemos papas desgastados o con problemas de salud mental eso va afectar en el desarrollo de sus hijos/as”. 

Frente a este desafío, ¿cómo favorecer la salud mental infantil? “En primer lugar poniendo ojo no sólo en el niño/a -que debe ser el centro- sino también en el contexto, la clave en el cuidado”, dice Dra. Rosario. Acá compartimos ciertos elementos generales clave para padres y madres:

  • Reconocer necesidades (síntomas), de mis hijos/as y propios.
  • Pedir ayuda (y aceptarla), para mis hijos/as y para mí.
  • Hacerse cargo (no esperar que se resuelva solo), pasar a la acción. 

Los cuidadores, padres y madres de alguna forma representan ser los andamios de los niños y niñas, por lo mismo para que toda esta estructura -dentro de lo posible- esté firme y tenga la capacidad de manifestarse de forma amorosa es necesario saber reconocer e identificar las emociones, aceptar el malestar sin culparse, pedir ayuda, permitir la expresión de situaciones no agradables y transmitir esperanza a los niños y niñas. 

La actual pandemia vino a remover nuestras vidas y ha puesto el foco en la total interdependencia a nivel familiar, nacional y global; enfatizando que cuidar de nosotros mismos -como padres, madres y cuidadores- es también una forma de cuidar a nuestros niños y niñas.