El bienestar emocional es una de las grandes olvidadas en la atención sanitaria. Sobre todo, si nos enfocamos en madres primerizas, puesto que estudios recientes señalan que durante este último tiempo se ha duplicado la cifra de casos de depresión posparto.   

Ya ha pasado más de un año desde que se notificó el primer caso de Covid-19 en Chile. Desde ese instante, hemos experimentado muchos cambios en la rutina como cuarentenas, teletrabajo, no poder relacionarse con amigos/as y familiares, entre tantas otras acciones que ya sabemos.  

Es así como podemos decir que pocos periodos de la historia han sido tan transversales como esta crisis. En mayor o menor grado cada ciudadano del mundo se ha visto afectado por esta vivencia que nos ha exigido resiliencia y flexibilidad y que, por otra parte, ha puesto al límite a todos los equipos del área de la salud. “Al principio de la pandemia como nos estábamos enfrentando a algo sin precedentes, tuvimos que suspender la mayoría de las atenciones, priorizando que los recién nacidos tuvieran sus primeros controles en casa para evitar exponerlos”, dice Constanza del Pino Fernández, enfermera el CESFAM San Luis en Peñalolén, “En la medida que pudimos organizar al equipo, fuimos abarcando más población y más controles. Nunca detuvimos nuestra atención y tuvimos que reinventarnos e implementar otros canales de comunicación”. 

Trastorno con una larga trayectoria

Ansiedad severa, llanto excesivo, dificultades para relacionarse con otros/as, pérdida de apetito, sentimientos de culpa son algunas de las sensaciones que ha generado la pandemia en la población, especialmente en mujeres que han sido madres en esta época histórica para la humanidad, generando un mayor riesgo de sufrir depresión durante el embarazo o posparto. Una situación difícil que actualmente suma más del doble de los casos que se veían antes de la crisis sanitaria según diversos estudios sobre el tema.

Es así como una reciente investigación generada por científicos de la University College Londres (UCL) en Reino Unido, ha comprobado que cerca de la mitad de las mamás primerizas que tenían un bebé de menos de seis meses llegaron a alcanzar el umbral de la depresión posparto durante el primer encierro establecido en esta nación insular para evitar la propagación del Coronavirus, lo que significa más del doble de las tasas promedio para este trastorno mental en Europa antes de declararse la pandemia, que era del 23%.

Los resultados que fueron publicados por Frontiers in Psychology, revelaron que las madres cuyas parejas no estuvieron presentes cotidianamente en las tareas del hogar o la crianza de los hijos/as se llevaron la peor parte. Además, demostró que el contacto social de las madres con otras personas ya sea vía online o presencial reducía los síntomas depresivos señalados,  lo que sugiere que la baja sociabilización durante el encierro puede haber incrementado el riesgo de depresión posparto. Pese a esto, las mamás que enfatizaron que ver a otro/a les ayudaba en su bienestar recalcaban que esta acción era insuficiente, puesto que el confinamiento y todo lo que conlleva la pandemia generaba una “carga de maternidad constante”. 

El escenario local  

En Chile una encuesta liderada de manera independiente por la periodista Karina Albornoz y con el apoyo del Centro Especializado en Psicología Perinatal, Casa Natal, exploró la salud mental de una muestra de 447 mujeres con hijos de 0 a 3 años durante esta crisis sanitaria. Los resultados de esta indagación apuntan que la pandemia incrementó o generó trastornos mentales en un 42% de las mamás de la muestra.

Constanza del Pino Fernández, enfatiza que todas y todos los profesionales del área de la salud han presenciado este aumento de mujeres con depresión posparto. Desde su experiencia cotidiana se lo atribuye a lo siguiente “La incertidumbre, el hecho de que nuestra población en particular son familias donde las madres son dueñas de casa con 2 o 3 hijos/as que están en etapa escolar con clases online, el padre no siempre cuenta con trabajo estable. Por ende,  el encierro, es una situación angustiante que obliga a las mujeres a -una vez más- ser multifuncionales y preocuparse de todos menos de ella”.  Por otro lado, añade que en Chile el acceso a la salud mental sigue siendo deficiente, en especial en tiempos de pandemia porque esta situación obliga a los equipos a cubrir nuevas funciones y de manera intermitente, lo que dificulta la continuidad de la atención y seguimiento de los casos.

Normalizar la salud mental 

Está claro, la pandemia del Coronavirus desafía a nuestra sociedad en su conjunto. Desde este punto de vista, es necesario entender que la salud mental es precisamente una de las claves para salir de esta crisis tanto a corto como largo plazo. Por lo mismo, debemos actuar ahora. “En mi opinión actualmente el mayor desafío es darle relevancia y desestigmatizar la necesidad de cultivar nuestra salud mental”, enfatiza Constanza, “puesto que es parte integral de nosotros/as porque somos un ser biopsicosocial y, por ende, debiese ser tan importante como una enfermedad física, pero en la práctica no es así”. La enfermera titulada de la Universidad de Chile también añade que al su parecer no se destinan los recursos apropiados en esta temática y que, por lo mismo, carecemos de una intención de trabajar esta materia desde un enfoque comunitario. Luego, agrega “Debemos educar a la población en ver su salud de forma integral pero también debemos ser capaces de absorber esta demanda, acoger a la gente y darle continuidad en sus tratamientos, ya que una mala experiencia puede ser decidora en querer o no intentarlo nuevamente”.

Todo este tiempo de pandemia conlleva riesgos para la salud mental no tan sólo a madres primerizas, sino también a niños, niñas, jóvenes y adultos mayores. Frente a este desafío se hace urgente el trabajo multisectorial que considere diversos factores para proteger de la forma más adecuada a su población.