Recientes estudios enfatizan en que se preste mayor atención al sueño como prevención e intervención temprana para los déficits del estado de ánimo en los adolescentes. De todas formas, los adultos responsables del cuidado todavía tienen el poder de fomentar buenos hábitos de sueño.

El aumento de los smartphones, las redes sociales y tablets entre los adolescentes –y también adultos– ha generado un debate sobre las consecuencias socioemocionales del sobreuso de estas nuevas herramientas. En esta discusión, surge el concepto de vamping tecnológico, un fenómeno por el que las personas, generalmente jóvenes, restan horas de sueño (ya de por sí deficitarias) en la noche para poder estar conectados a la red a través de dispositivos digitales. 

De esta forma, al trasnochar y quedarse despiertos con sus pantallas, las y los adolescentes encuentran ese espacio de diversión y silencio que tanto añoran y que buscan, principalmente, a estas edades en las que reclaman intimidad e independencia con respecto a sus cuidadores.

Para los profesionales del área de la salud, es sabido que el sueño sufre cambios importantes durante la adolescencia y generalmente se caracteriza por una duración bastante breve, una latencia de inicio del sueño prolongada y altas tasas de insomnio (Gradisar et al., 2011 ; Hysing et al., 2013). Sin embargo, el nuevo escenario tecnológico agrega nuevas variables que deben ser revisadas y gestionadas para incidir en el bienestar de los adolescentes.

Son varios los factores exclusivos de la adolescencia que aportan a la falta de sueño, incluso el retraso en el tiempo circadiano relacionado con la pubertad, una acumulación más lenta de la presión homeostática del sueño por la noche, horarios más tempranos para comenzar la escuela, menor participación de los padres y madres en el establecer una hora de acostarse y una cada vez mayor autonomía sobre el uso de dispositivos electrónicos (Short et al., 2020).

Según un estudio, liderado por la Universidad de Flinders en Australia, la privación del sueño, ya sea estilo de vida, el estrés de la pandemia o por el abuso del uso de aparatos tecnológicos durante la noche, puede conducir rápidamente a la pérdida de energía y función durante el día, e incluso a sentimientos de ira y depresión. 

Esta investigación profundizó el vínculo entre la duración del sueño manipulada experimentalmente y el estado de ánimo en los adolescentes: 34 jóvenes, de 15 a 17 años, vivieron en un laboratorio del sueño durante 10 días y 9 noches. 

A ellos y ellas se les asignó una de las tres “dosis” de sueño durante cinco noches consecutivas, desde 5 horas, 7,5 horas o 10 horas en la cama por noche, con dos noches de referencia y dos noches de “recuperación” de hasta 10 horas en la cama. Su estado de ánimo se calculó cada tres horas después de despertarse para evaluar las respuestas a sentimientos como “depresión”, “miedo”, “enojado”, “confundido”, “ansioso”, “feliz” y “enérgico”. 

La conclusión: “Las dos noches de sueño de recuperación”, dijo la investigadora principal de este estudio, la Dra. Michelle Short, “no fueron suficientes para recuperarse del aumento de los estados de ánimo negativos para el grupo de cinco horas, aunque la recuperación se produjo para los estados de ánimo positivos”.

Igualmente, resultados publicados en Sleep Medicine Reviews también conectan menos horas de sueño con un aumento del 55 % en los posibles déficits en el estado de ánimo, y el doble de riesgo de reducción del estado de ánimo positivo en las y los adolescentes (Short et al., 2020).

Por consiguiente, dada la prevalencia de sueño insuficiente y la creciente incidencia de trastornos del estado de ánimo y desregulación en adolescentes, estos descubrimientos subrayan la relevancia de dormir lo suficiente para mitigar tales riesgos. 

Como todos sabemos la adolescencia es una etapa de cambios psicológicos, sociales y fisiológicos relevantes y, a la vez, un período de desarrollo vulnerable durante el cual las personas corren un mayor riesgo de desarrollar una enfermedad mental. Afortunadamente, respecto al tema de fomentar más horas de sueños, hay intervenciones puntuales que pueden promover un descanso necesario y regular. “Si bien en esta etapa de la vida son amplios los factores que influyen en el sueño”, dice la Dra. PS. Soledad Coo, integrante de Sociedad De Desarrollo Emocional, “los cuidadores no podemos desaprovechar los dos factores en que sí podemos incidir para fomentar el buen dormir, que corresponden a regular la hora de acostarse y el uso de los aparatos tecnológicos”.

Ser constante con los hábitos de sueño en las y los adolescentes

Es imperativo que se preste mayor atención al sueño como prevención e intervención temprana para los déficits del estado de ánimo en los adolescentes. 

Sabemos que no es fácil para los cuidadores controlar lo que los jóvenes hacen, pero hay cosas que los padres pueden hacer para ayudarlos más. Eso significa que es importante que el adolescente se vaya a dormir casi a la misma hora todas las noches y duerma alrededor de 8 horas, o tanto como sea posible. Por último, un estudio enfatiza la relevancia de apagar todos los dispositivos electrónicos al menos una hora antes del momento en que los adolescentes intentan dormir, puesto los artefactos electrónicos “imitan la luz del día”, lo que provoca alteraciones en el sueño (Chang et al., 2014).

  

Referencias: 

Short, M. A., Booth, S. A., Omar, O., Ostlundh, L., & Arora, T. (2020). The relationship between sleep duration and mood in adolescents: A systematic review and meta-analysis. Sleep medicine reviews, 52, 101311.

Stephen A Booth, Mary A Carskadon, Robyn Young, Michelle A Short, Duración del sueño y estado de ánimo en adolescentes: un estudio experimental, Sueño , volumen 44, número 5, mayo de 2021, zsaa253, https://doi.org /10.1093/dormir /zsaa253