Los investigadores se han preguntado cómo el cerebro crea emociones desde los primeros días de la ciencia psicológica. Tras una ola de estudios en neurociencia afectiva: ¿las y los científicos están preparados para responder a esta interrogante? 

Desde tiempos lejanos, las emociones han sido un campo de exploración para distintos filósofos, psicólogos, naturalistas y médicos. Por ejemplo, Aristóteles en su “Ética a Nicómaco” fue el primer pensador en presentar un trabajo más consistente y amplio sobre esta temática, refiriéndose a la necesidad de comprender sobre la cólera en el comportamiento humano. Siglos más tarde, las teorías de filiación y conductual que elaboraron en el siglo XIX naturalistas como Charles Darwin, Herbert Spencer y el filósofo John Dewey se basan, en parte, sobre la idea de que el origen y las funciones de la expresión facial y corporal son el piso para el análisis de la emoción.

Pero a pesar de las más diversas interpretaciones, el estudio de las emociones transcendió las épocas y hoy sigue siendo una temática respetada y en constante investigación por el mundo científico. 

Todos conocemos por experiencia propia qué son las emociones y la gran importancia que tienen en nuestras vidas, puesto que son una compleja respuesta que presentamos frente a experiencias que nos resultan relevantes. Esta reacción incluye varios componentes, por ejemplo: una variación en la fisiología (incorporando los procesos cerebrales), cambios en las expresiones corporales y conductuales (especialmente en el rostro) y transformaciones en la experiencia subjetiva. Por definición las emociones tienen un comienzo y tienen una duración limitada por la intensidad de la experiencia vivida. “Una de las características más importantes de la respuesta subjetiva de la emoción es que son ´intencionales´. En otras palabras, en la jerga científica significa que están dirigidas hacia un objeto, ejemplo de ello, uno se enoja con, esta triste por, tiene miedo de (..)”, dice Dr. Ps. Jaime Silva, Director Académico y Fundador de Sociedad Chilena de Desarrollo Emocional, “Cada emoción acentúa en nuestra conciencia un objeto que se experimenta como la causa de nuestra reacción”. 

De este modo, el estudio de las emociones es un campo de interesantes debates teóricos y de constante innovación metodológica, como es el caso de la discusión sobre el origen neuroanatómico de las emociones, en otras palabras, si el origen de éstas deriva de la actividad del sistema nervioso periférico (teoría periférica de las emociones) o del sistema nervioso central.  “Lo importante es observar que las emociones se representan en diversas áreas de nuestro sistema nervioso –prácticamente en todo el eje neural—, donde las distintas representaciones van alcanzando niveles cada vez más complejos de procesamiento”, dice Dr. Jaime Silva, “Las emociones en definitiva son formas esenciales en cómo los seres humanos percibimos la realidad y cómo organizamos nuestro comportamiento en base a esa percepción”.

En esta misma línea, para comprender mejor la base cerebral de la emoción, un grupo de científicos y científicas realizaron un resumen meta-analítico (Lindquist, Wager, Kober, Bliss-Moreau, & Barrett, 2012). Esta iniciativa consistió en comparar el enfoque de la ubicación (la hipótesis de que las categorías de emociones discretas corresponden consistente y específicamente a distintas regiones del cerebro) con la mirada construccionista psicológico (la teoría de que los niveles de emociones discretas se construyen a partir de redes cerebrales más generales que no son específicas de esas categorías). 

En general, los científicos encontraron pocas pruebas de que las categorías de emociones discretas puedan localizarse de manera consistente y específica en distintas regiones del cerebro. En cambio, hallaron evidencia coherente con en el enfoque construccionista psicológico de la mente, es decir, que las emociones no requieren centros especiales. Además, este análisis añade que las categorías de las emociones no tienen una pauta natural que el cerebro respete, por otro lado,  las distintas regiones también aparecen en el meta-análisis de otros dominios de tareas como: la simulación de acción y percepción (Grezes & Decety 2001); el control ejecutivo (Owen et al. 2005); el  lenguaje( Vigneau et al. 2006); entre otras. Tales hallazgos muestran que incluso categorías como emoción, cognición y percepción no son respetadas por el cerebro ( Barrett 2009a ; Duncan & Barrett 2007 ; Pessoa 2008). 

Los líderes de este análisis apuntan a que una mirada construccionista psicológica no solo es un enfoque viable para entender la base cerebral de la emoción, sino que también podría ofrecer una nueva ontología para un enfoque neurocientífico para comprender la mente.

Si bien las emociones son intangibles y complejas de describir, incluso para los científicos, cumplen propósitos importantes, ayudándonos a comprender, generar acciones y sobrevivir. “Detrás de cualquier opinión respecto del comportamiento hay una teoría subyacente de cómo funcionan las emociones”, dice Dr. Jaime Silva,  “Esto es algo que la mayor parte de la gente desconoce, pero la forma en cómo se entiende la motivación y emoción no es para nada trivial”.

En este sentido, contar con una buena teoría de las emociones es un elemento central en la construcción de cualquier política pública que tenga que ver con comportamiento y factores psicosociales. “Lamentablemente este conocimiento muy pocas veces transita desde la academia a los salones donde se discuten este tipo de decisiones públicas”, concluye Jaime Silva, Psicólogo y Doctor en Psicobiología.