Cada vez son más las parejas que deciden tener un solo hijo. Frente a este nuevo auge local y mundial es clave derribar los estereotipos sobre la idea de que las hijas e hijos únicos son centrados en sí mismos, solitarios o mimados. No obstante, ¿qué dice la ciencia sobre la personalidad de este ´tipo´ de niños/as, jóvenes y adultos? 

Las familias con un sólo hijo son un fenómeno que va tomando fuerza en nuestra sociedad, en Chile el promedio de niños/as que tienen las mujeres en periodo fértil es de 1.3, y los hogares con este tipo de familia crecieron en un 73% en los últimos 20 años (Casen, 2017). Sin embargo, esta tendencia no es sólo a nivel local sino mundial; en ciudades como Nueva York, el 40% de los residentes en pareja solo tiene un hijo/a, cifra que se repite en varios países de Europa. 

¿Por qué esta tendencia? Los especialistas en este asunto señalan que es un tema multifactorial, en que hay que considerar el aumento en la incorporación de la mujer al mercado laboral, la falta de políticas públicas que apoyen el proceso de maternidad/paternidad, la caída del mito sobre los hijos únicos, la maternidad tardía, y las dificultades económico-laborales, entre otras causas. 

China sorprendió al resto del mundo cuando a fines de la década del 70 estableció una medida de control de natalidad para combatir el crecimiento acelerado de la población, permitiendo que las parejas con residencia en zonas urbanas sólo podían tener un hijo/a. Tres décadas más tarde un grupo de académicos de universidades australianas lideraron una investigación que incluyó a 400 pekineses nacidos en torno a la introducción de la política del hijo único (L. Cameron, N. Erkal, L. Gangadharan, y X. Meng, 2013). La metodología utilizada fue una serie de juegos económicos en que las personas intercambiaban o invertían con pequeñas sumas de dinero o tomaban otras decisiones económicas para medir sus niveles de fiabilidad, capacidad de asumir riesgos y competitividad.  ¿Cuál fue la conclusión de este estudio? Se observó que esa generación es más temerosa, se arriesga menos y es más pesimista.  “La gente nacida tras dicha política es menos proclive a realizar actividades de más riesgo, como el trabajo por cuenta propia”, señaló Nisvan Erkal, investigador de la Universidad de Melbourne a la revista Science. Otra de las académicas de esta iniciativa, Lata Gangadhara, manifestó al mismo medio que este cambio de personalidad en los hijos únicos no se puede generalizar en otros países, concluyendo que:  “Es posible que ser hijo único afecte a las personas de una manera similar en otros Estados, sin embargo, los antecedentes familiares también influyen en el comportamiento, es decir, en la mayoría de los países los padres pueden decidir cuántos hijos van tener y esta capacidad de elección puede afectar a cómo crían”.  

A lo largo de la historia han sido varias investigaciones de expertos que han manifestado que, si un niño/a crecía sin hermanos sus habilidades para socializar podrían verse afectadas. En esta línea se encuentra un estudio realizado a nivel nacional en Estados Unidos durante el 2004, liderado por Douglas Downey, sociólogo y profesor de la Universidad de Ohio y Donna Bobbitt-Zeher, doctora en sociología. Dicha investigación incluía a más 20 mil niños/as en etapa preescolar, concluyendo que los docentes calificaron de manera negativa a los niños/as sin hermanos en las áreas de habilidades interpersonales, autocontrol y conductas problemáticas; sin embargo, los investigadores notaron un problema en el estudio mencionado, puesto que estuvo basado en evaluaciones de profesores, y estos relatos podían ser no confiables en ese sentido. Es por esta razón que seis años más tarde, diseñaron un nuevo estudio que abordó a 13 mil escolares para ver si esa ventaja de tener hermanos/as continuaba cuando los niños se volvían adolescentes.  Cada alumno/a tuvo que nombrar hasta 5 niñas o niños que eran sus amigos. Los estudiantes que no tenían hermanos fueron mencionados alrededor de 5 veces, al igual que aquellos que sí los tenían, es decir los resultados arrojaron que los hijos/as únicos tenían tantos amigos como sus pares con hermanos/as. 

Por otro lado, un reciente estudio llamado ‘El fin del estereotipo´ en Alemania en el cual participaron más de 2000 adultos, sugiere que la creencia de que los hijos/as únicos tienen más narcisismo grandioso que los niños con hermanos es generalizada pero inexacta. Esta investigación plantea que, si revisamos el desarrollo de la personalidad, hallamos que no hay diferencias entre personas con y sin hermanos en lo vinculado a madurez, nivel de cooperación, extroversión, capacidad de liderazgo y autocontrol. Por otro lado, los hijos únicos tienden a tener mayor motivación y capacidad de adaptación que quienes tienen hermanos/as (M. Dufner, M. Back, F. Oehme, S. Schmuckle, 2019).

La influencia de las relaciones fraternas es incuestionable. No obstante, el mundo social no sólo está vinculado a las relaciones biológicas, es decir, las habilidades sociales no sólo se adquieren en la interacción con hermanos y hermanas, sino también en otros contextos como en el colegio, familia ampliada, grupos de amigos y actividades extracurriculares. La personalidad de los niños y niñas depende más de la socialización temprana con pares y sobre las herramientas y valores que entreguen sus padres, más que la condición de hijo único.  

Bibliografía:

  • L. Cameron, L. Gangadharan N. Erkal, X. Meng.”Little Emperors: Behavioral Impacts of China’s One-Child Policy”, Science, de enero de 2013.
  • D. Downey, D. Condron. “Playing Well with Others in Kindergarten: The Benefit of Siblings at Home”, Journal of Marriage and Family 66, mayo 2014.
  • M. Dufner, M. Back, F. Oehme, S. Schmuckle, “El fin de un estereotipo: los hijos únicos no son más narcisistas que las personas con hermanos”, Sage Journals, septiembre 2019. 
  • D. Downey, D. Condron, “Cantidad de hermanos y nominaciones por amistad entre adolescentes”, Sage Journals, septiembre 2013.